Extracto del Pliego del nº 2.845 27 abril–3 mayo 2013 …
JOSÉ Mª GUERRERO, SJ | Las palabras de Juan Pablo II en Vita Consecrata (VC) suenan a elogio y a desafío. La historia de la Vida Religiosa está llena de páginas heroicas que escribieron nuestros antepasados. No podemos ser “hijos pigmeos de padres gigantes”, decía un joven religioso interpelado por la película La Misión. Pero esta audacia e intrepidez no se agotó.
A lo largo del tiempo, muchos hombres y mujeres de a pie se sintieron apenados al descubrir que sus institutos y comunidades se habían oscurecido y que eran incapaces de transmitir y contagiar los valores del Reino, esos que ellos simbolizaban en lenguaje inteligible y vivenciable. La iniciativa no era de ellos, que se sentían hombres y mujeres débiles, sino del Espíritu que los arrastraba, en fidelidad creativa a sus fundadores y fundadoras y a su tiempo, a re-crear respuestas nuevas a desafíos nuevos.
Piensan algunos y algunas que hoy la Vida Religiosa tiene mucho más de museo que de tienda de campaña, que la sal se ha vuelto insípida, y que la levadura de la Vida Religiosa ha perdido hoy su fuerza evangélica para transformar el corazón y las estructuras de la humanidad. No cabe duda de que, a veces, e incluso con alguna frecuencia:
Duele:
Preocupa:
Y podríamos seguir así…
Ni a la Vida Religiosa ni a la Iglesia les está permitido anquilosarse, inmovilizarse, vivir de espaldas al mundo en que les ha tocado servir. La historia es elocuente. Cuando surge un cambio histórico de paradigmas, aparecen procesos históricos de refundación.
A cada etapa crítica de la historia, en la que el hombre cambia de manera de entenderse a sí mismo y de entender sus relaciones con el grupo y con lo trascendente, ha correspondido una nueva forma de Vida Religiosa que fuera significativa para ese hombre nuevo.
Vivimos tiempos desconcertantes: de incertidumbre y de esperanza. Nos hemos adentrado a pasos agigantados en un tiempo nuevo confuso y, al mismo tiempo, apasionante. “Vivimos cambios culturales inesperados; vemos cómo procesos sociales y culturales radicales cambian el mundo y asistimos al nacimiento de culturas y subculturas, de símbolos y estilos de vida nuevos” (H. Schaluck).
Esto interpela a la Vida Religiosa, la cuestiona y la impulsa a buscar una “figura histórica” más significativa para el hombre de hoy. En este momento histórico, una tentación es aferrarse al pasado, añorando nostálgicamente algo que nunca volverá, lo cual lleva a una inevitable decadencia, porque la Vida Religiosa o es actual o no es significativa.
La otra tentación no es menos perniciosa, y es subirse a la primera novedad que aparezca en el horizonte, sin discernir con madurez evangélica si nos impulsa en la dirección del Espíritu, que “sopla donde quiere y oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va” (Jn 3, 8).
Los bloqueos que sufre hoy la Vida Religiosa, los signos de vitalidad y las claves para una revitalización, en el Pliego completo, disponible solo para suscriptores.
‘En busca de la identidad perdida’ es un Pliego en dos entregas.
En busca de la identidad perdida (II). Signos que iluminan el camino [extracto]
En busca de la identidad perdida (I), Pliego publicado en el nº 2.845 de Vida Nueva. Del 27 de abril al 3 de mayo de 2013
En busca de la identidad perdida (II), Pliego publicado en el nº 2.846 de Vida Nueva. Del 4 al 10 de mayo de 2013