JOSÉ LUIS CELADA | Redactor de Vida Nueva
“Apenas enterrado el invierno, José Luis Sampedro se nos fue calladamente…”.
Apenas enterrado el invierno, José Luis Sampedro se nos fue calladamente. Tenía 96 años y una frágil osamenta, pero esas extremidades vacilantes nos dejaron su mejor herencia: un viejo teclado de cifras y letras, que el economista y escritor empleó para (re)contar algunos de los episodios más destacados de la España del último siglo y de su propia biografía.
En su testamento alfanumérico, figuran fechas de amargo recuerdo (1936, amanecer de una guerra que, como a él mismo, dividió a todo un país en “bandos”) y de dulce memoria (1955, con la obtención de la cátedra de Estructura Económica en la Complutense); de íntima tristeza (1986, crepúsculo y muerte de Isabel, su primera esposa) y de público regocijo (1990, año de su ingreso en la Real Academia Española)…
Pero su legado reúne también bellas páginas que nos siguen haciendo soñar con sonrisas etruscas y viejas sirenas. Hasta que la vida, ese río que nos lleva, le condujo ya en la ancianidad a compartir indignación con las mareas de jóvenes que un 15-M –feliz fusión de sus cifras y letras– supieron reconocerle como el sencillo y lúcido humanista que fue.
Hoy aquella gran Familia (así, con la F mayúscula de ese sillón todavía huérfano) confía en que la sabiduría de Sampedro ayude a nuestro desencantado país a cuadrar sus cuentas y a leer la realidad con otros ojos.
¡Gracias, profesor, por su sereno magisterio!
En el nº 2.845 de Vida Nueva.