¡Una mujer de avanzada!

Hna. Ayda Orobio Granja. Superiora General de las Misioneras de la Madre Laura

En el contexto de la canonización de nuestra Fundadora, la Congregación de las Misioneras de María Inmaculada y Santa Catalina de Sena, conocida como Misioneras de la Madre Laura, hemos recibido con beneplácito el reconocimiento y la valoración a la actividad religiosa y social que venimos desarrollando desde hace casi cien años, cuando la maestra Laura Montoya llegó a Dabeiba (Antioquia), con cinco compañeras, el 14 de mayo de 1914.

La iniciativa de la Cámara de Representantes de otorgar a la madre Laura, el pasado 16 de abril, la condecoración “Orden de la democracia Simón Bolívar en el grado de Gran Cruz Extraordinaria con placa de oro”, establecida en nuestro país para “exaltar a las personas que por sus obras en pro de la comunidad, la religión y espiritualidad, se hicieren merecedoras a una gran distinción que emane de la soberanía popular”, representa el reconocimiento a la vivencia de su fe, a su intuición femenina y a su capacidad de superar los esquemas de su tiempo, para proyectar a la mujer en la línea de avanzada en el anuncio del Evangelio y en el reconocimiento de la dignidad de los pueblos indígenas, afrocolombianos y marginados en general.

En ese sentido, llama mucho la atención que los medios de comunicación que están difundiendo la vida y obra de Laura Montoya, proclamada por el papa Francisco como la primera santa colombiana el pasado 12 de mayo, al buscar información sobre su trayectoria misionera encuentran a una mujer de múltiples perfiles: mística, misionera, pedagoga, escritora y de un gran compromiso social, al entender que no se puede evangelizar al pueblo indígena, al pueblo afrocolombiano, sin mirar el contorno integral de su cultura, la defensa de sus tierras, el reconocimiento de sus valores ancestrales, es decir, la dignidad del pueblo que el Documento de Aparecida resalta en los numerales 56, 88, 89 y 90.

“La riqueza y la diversidad cultural de nuestros pueblos de América Latina y el Caribe resultan evidentes” (DA 56). “De todos estos grupos y de sus correspondientes culturas se formó el mestizaje que es la base social y cultural de nuestros pueblos latinoamericanos y caribeños” (DA 88). “Los indígenas y afroamericanos exigen respeto y reconocimiento. La sociedad tiende a menospreciarlos, desconociendo su diferencia. Su situación social está marcada por la exclusión y la pobreza” (DA 89). “Hoy, los pueblos indígenas y afros están amenazados en su existencia física, cultural y espiritual; en sus modos de vida; en sus identidades; en su diversidad; en sus territorios y proyectos” (DA 90).

Fidelidad al carisma

La forma particular como santa Laura Montoya supo unir la proyección social y la vivencia mística, es fruto de su experiencia de Dios, a quien descubre como padre amoroso, que da la vida y ama entrañablemente a cada uno de sus hijos, y hace objeto de una predilección especial a los más necesitados y marginados. Por eso no soportaba la mediocridad, la indiferencia y convirtió su oración, su actividad misionera, sus escritos, en “celo misionero” que refleja su dinamismo, la energía y la pasión entre el amor a Dios y el amor a los hermanos.

La Congregación, heredera de este gran legado, ha buscado a lo largo de su historia permanecer fiel a este carisma misionero, fundamentado en la quinta palabra de Jesús en la cruz: “Tengo sed” (Jn 19,28) y, al mismo tiempo, abierta a las enseñanzas de la Iglesia y a los nuevos desafíos que viven los pueblos. Por eso, con profundo sentimiento de gratitud, unimos nuestras oraciones a quienes nos vienen acompañando en este tiempo de celebraciones, a la vez que pedimos a todos los colombianos y colombianas que no ahorremos ningún esfuerzo para salvaguardar la dignidad y los derechos de los pueblos originarios, haciendo así realidad el gran ideal misionero y social de Laura Montoya y de la Congregación fundada por ella.

Compartir