JOSÉ LUIS CELADA | Redactor de Vida Nueva
“En plena civilización electrónica, la pregunta resulta obligada: ¿qué libros deberán conservarse en las bibliotecas domésticas cuando todos los textos estén accesibles digitalmente?…”.
En plena civilización electrónica, la pregunta resulta obligada: ¿qué libros deberán conservarse en las bibliotecas domésticas cuando todos los textos estén accesibles digitalmente? Tertulias radiofónicas, debates televisivos y hasta conversaciones de bar sacan a relucir el tema sin alcanzar un consenso.
La misma cuestión –formulada así, literalmente– ha sido incluso el eje de un reciente congreso, organizado por la Universidad Internacional de La Rioja en colaboración con el Centro de Ciencias Humanas y Sociales del CSIC, sobre La biblioteca de Occidente en contexto hispánico.
También los expertos quieren conocer (y enseñarnos, eso espero) cuáles serán los títulos que los hogares “supuestamente cultos” deberán custodiar en sus estanterías y cómo llevar a cabo dicha selección.
Casi todos coinciden en que, por razones de eficacia –y de espacio–, tendrán que ser “pocos y selectos” (la Biblia o El Quijote figuran entre ellos), pero pocos se atreven a pontificar sobre los criterios para lograr una buena criba.
Así, mientras unos y otros siguen discutiendo acerca del futuro del libro tradicional en el nuevo ágora digital, lo único que parece cada vez más claro es que –por mucho que se empeñe
el refranero– el saber sí ocupa lugar. Como no podía ser de otro modo, el congreso ha podido seguirse en streaming. Suponemos que sus actas serán todavía publicadas en papel.
En el nº 2.854 de Vida Nueva.