PABLO d’ORS | Sacerdote y escritor
“¿Cómo se sufre con amor? Mi respuesta: contemplando nuestras sombras y lo que esas sombras nos generan…”.
En nuestro interior hay sombras de las que huimos, pero a las que sería necesario hacer frente para poder redimirlas. ¿Qué es redimir? Buena parte de los cristianos ignora el significado de esta palabra. Redimir es sufrir con amor. Hasta que algo no se sufre con amor, no se redime, no se resuelve de raíz.
Cuando una cosa se sufre de verdad y con verdadero amor, ya no molestará más. El dolor permanecerá, por supuesto, pero ya no generará miedo, desesperanza, angustia, rencor, ira… Ha quedado desactivado.
Por ello, es preciso pedir a Dios la disposición para sufrir con amor. Esta petición es la genuinamente cristiana; hasta que no hayamos llegado a ella, nuestra fe sigue siendo adolescente o, peor, infantil.
¿Cómo se sufre con amor?, podríamos preguntarnos. Mi respuesta es esta: contemplando nuestras sombras y lo que esas sombras nos generan.
Nuestra misión en el mundo es completar la pasión de Cristo, como se decía antes, o, lo que es lo mismo, redimir las sombras, es decir, no huir de ellas, afrontarlas. Mientras huimos, vivimos en la superficie. Pero, ¿para qué hay que dejar salir todas esas sombras en la meditación? Pues porque solamente cuando hayan salido y las hayamos traspasado, accederemos al jardín del Edén que hay dentro de nosotros.
En la medida en que entramos en ese jardín, Dios se hace fuerte en nosotros, y entonces, aún en nuestra flaqueza, gozaremos de una fortaleza que nada ni nadie en este mundo podrá destruir o erosionar.
En el nº 2.854 de Vida Nueva.