“En el Vaticano me he encontrado ayuda y gente leal”
DARÍO MENOR. A bordo del vuelo papal | Media hora después de que el avión papal despegase de Río hacia Roma tras la JMJ, el Papa apareció por la zona del avión destinada a los periodistas para responder, durante una hora y veinte minutos, a todas las preguntas que se le plantearon, sin líneas rojas ni conocer las cuestiones de antemano. Se presentó sonriente y cansado por el apretado programa del viaje, pero con “el corazón alegre”.
PREGUNTA.- En estos cuatro meses de pontificado ha creado varias comisiones para reformar la Curia. ¿Qué tipo de reforma tiene en mente? ¿Contempla la posibilidad de suprimir el IOR?
RESPUESTA.- Los pasos que fui dando vienen de dos vertientes. El contenido de lo que había que hacer viene de las congregaciones generales que tuvimos los cardenales [antes del cónclave]. Fueron cosas que pedimos al que iba a ser el nuevo Papa. Yo pedía muchas cosas, pensando en otro [risas]. Por ejemplo, en la comisión de ocho cardenales, es importante tener una consulta outsider, no las consultas que se tienen. Esto va en la línea de la maduración de la relación entre sinodalidad y primado. Estos ocho cardenales favorecen la sinodalidad. Ayudan a que los episcopados del mundo se vayan expresando en el gobierno de la Iglesia. Hay muchas propuestas que se hicieron que aún no están en práctica.
La segunda vertiente es la oportunidad. Confieso que a mí no me costó armar la comisión de los ochos cardenales. La parte económica pensaba tratarla el año que viene, porque no es lo más importante. Sin embargo, la agenda se cambió debido a circunstancias que ustedes conocen, que son de dominio público, y a que aparecieron problemas. El primero es el IOR: cómo encaminarlo, delinearlo, reformularlo, cómo sanear lo que haya que sanear. Ahí está la primera comisión de referencia. Después tuvimos la reunión de la comisión de los 15 cardenales que se ocupan de los aspectos económicos de la Santa Sede. Preparando la reunión, se vio la necesidad de hacer una comisión de referencia para toda la economía de la Santa Sede. Se tocó el problema económico fuera de agenda, pero estas cosas suceden en el oficio de gobierno. Uno va por aquí pero le patean un golazo de allá y lo tiene que atajar, ¿no es cierto? Es lo lindo de la vida.
Respecto al IOR, no sé cómo terminará. Algunos dicen que tal vez es mejor que sea un banco, otros que es mejor que sea un fondo de ayuda, otros que hay que cerrarlo. No sé, me fío del trabajo de las personas del IOR, y también de la comisión. No sé decirle cómo terminará esta historia. Esto es también hermoso. Se busca, se encuentra. Somos humanos. Debemos encontrar lo mejor, pero ya sea un banco, un fondo o lo que sea, las características del IOR deben ser la transparencia y la honestidad.
“Respecto al IOR, no sé cómo terminará.
Debemos encontrar lo mejor, pero
ya sea un banco, un fondo o lo que sea,
sus características deben ser
la transparencia y la honestidad”.
PREGUNTA.- Usted dijo que hay muchos santos que trabajan en el Vaticano, pero también personas un poco menos santas. ¿Ha encontrado resistencia a su deseo de cambiar las cosas en el Vaticano? Usted vive de un modo muy austero en Santa Marta. ¿Quiere que sus colaboradores, también los cardenales, sigan este ejemplo y vivan en comunidad o es algo solo para usted?
RESPUESTA.- Los cambios vienen también de dos vertientes: lo que los cardenales hemos pedido y lo que viene de mi personalidad. Usted hablaba de que me he quedado en Santa Marta. No podría vivir solo en el palacio. El apartamento pontificio no es tan lujoso, es amplio y grande, pero no lujoso. Pero yo no puedo vivir solo o con un pequeño grupito. Necesito a gente, encontrarme con la gente, hablar con la gente. Por eso, cuando los chicos de las escuelas jesuitas me preguntaron que si era por austeridad o por pobreza, les dije que no. Es por motivos psiquiátricos, porque psicológicamente no puedo. Cada uno debe llevar adelante su vida con su modo de vivir y de ser. Los cardenales que trabajan en la Curia no viven como ricos o fastuosos. Viven en apartamentitos, son austeros los que conozco. Cada uno debe vivir como el Señor le pide que viva. La austeridad, una austeridad general creo que es necesaria para todos los que trabajamos en el servicio de la Iglesia.
Respecto a los santos, es verdad: hay santos en la Curia. Cardenales, sacerdotes, obispos, monjas, laicos… Es gente que reza, trabaja mucho y también va al encuentro de los pobres. Hay santos en la Curia. Aunque también hay alguno que no es tan santo. Y esos son los que hacen más ruido. Hace más ruido un árbol que cae que un bosque que crece. Y me duelen esas cosas. Hay algunos que dan escándalo, tenemos este monseñor en prisión, y no ha ido a la cárcel porque se pareciera precisamente a la beata Imelda… No era un santo. Son escándalos y hacen daño. Creo que la Curia ha caído de nivel respecto al que tenía en los tiempos de los viejos curiales, fieles, que hacían su trabajo.
Si hay resistencia, por ahora yo no la he visto. Es verdad que no he hecho tantas cosas. Lo que sí he encontrado es ayuda y gente leal. A mí me gusta cuando una persona me dice: “Yo no estoy de acuerdo”. Y esto lo he encontrado. “Yo esto no lo veo, no estoy de acuerdo, yo se lo digo y luego haga lo que quiera”. Alguien que te dice eso es un verdadero colaborador, y eso lo he encontrado. Pero esos que te dicen: “Ay, qué bonito, qué bonito, qué bonito”, y luego dicen lo contrario en otra parte, aún no me he dado cuenta.
“Yo a Benedicto XVI lo quiero mucho.
Es como tener al abuelo en casa, pero el abuelo sabio.
Si yo tuviera una dificultad o algo que no he entendido
puedo llamarlo”.
PREGUNTA.- ¿Cómo es su relación de trabajo, no tanto amistosa, sino de colaboración con Benedicto XVI? ¿Tiene contactos frecuentes y le ayuda a llevar la carga?
RESPUESTA.- Hay algo que califica mi relación con Benedicto: yo lo quiero mucho. Siempre lo quise mucho, para mí es un hombre de Dios, un hombre humilde, que reza. Me alegró mucho cuando fue elegido papa. También cuando renunció, para mí fue un ejemplo de un grande, un hombre de Dios. Ahora vive en el Vaticano y algunos me dicen: “¿Pero cómo se puede hacer esto, dos papas en el Vaticano, no te molesta, él no te hace la revolución en contra?”. Yo encontré una frase para esto: es como tener al abuelo en casa, pero el abuelo sabio; en una familia, el abuelo está en casa, es venerado, es amado, es escuchado. Si yo tuviera una dificultad o algo que no he entendido, puedo llamarlo. Y cuando fui para hablar de ese problema grande de Vatileaks, me dijo todo con gran simplicidad.
PREGUNTA.- A los cuatro meses de su pontificado, ¿puede hacer un pequeño resumen?
RESPUESTA.- No sé cómo responder. Cosas malas no ha habido. Cosas buenas, sí. Por ejemplo, el encuentro con los obispos italianos. Una cosa dolorosa, que me ha golpeado el corazón, fue la visita a Lampedusa. Cuando llegan esas barcas, los dejan a algunas millas de distancia de la costa y ellos tienen que llegar solos. Son víctimas del sistema socioeconómico mundial. Pero la cosa peor [tono de broma] fue una ciática que tuve en el primer mes. Fue dolorosísimo. No se la deseo a nadie.
El informe ‘Vatileaks’
PREGUNTA.- ¿Se asustó cuando vio el informe ‘Vatileaks’?
RESPUESTA.- No. Les contaré una anécdota. Cuando fui a ver al papa Benedicto, después de rezar en la capilla nos reunimos en el estudio y había una caja grande y un sobre. Benedicto me dijo: “En esta caja están todas las declaraciones que han prestado los testigos. Y el resumen y las conclusiones finales están en este sobre. Y aquí se dice tal, tal, tal…”. Lo tenía todo en la cabeza. Es un problema grande, pero no me he asustado.
PREGUNTA.- Va a canonizar a dos grandes papas, Juan XXIII y Juan Pablo II. ¿Cuál es el modelo de santidad de uno y otro y su impacto en la Iglesia y en usted?
RESPUESTA.- Juan XXIII es un poco la figura del cura de pueblo, el cura que ama a cada uno de sus fieles. Y esto lo hizo como arzobispo, como nuncio… Es un cura de pueblo bueno, y con un sentido del humor muy grande y una gran santidad. Cuando era nuncio, algunos no lo querían mucho en el Vaticano y, cuando iba a llevar o a pedir alguna cosa en las oficinas, lo hacían esperar. Nunca se quejaba. Rezaba el rosario, leía el breviario… Era un hombre humilde. Era un grande. Un hombre que se dejaba guiar por el Señor. Y Juan Pablo II fue un gran visionario de la Iglesia, un hombre que llevó el Evangelio a todos. Es un san Pablo. Un grande. Canonizarlos de forma conjunta es un mensaje a la Iglesia: estos dos son buenos. Y también siguen su curso las causas de Pablo VI y del papa Luciani.
La fecha de canonización yo pensaba en diciembre, pero hay un gran problema: los pobres que tienen que venir de Polonia. Los que tienen dinero pueden venir en avión, pero para los pobres que deban venir en autobús el viaje en diciembre es muy duro. Habrá que repensar la fecha. Hablé con el cardenal Dziwisz y hemos visto dos posibilidades: Cristo Rey de este año [24 de noviembre de 2013] o el Domingo de la Misericordia del próximo [27 de abril de 2014]. Creo que es poco tiempo para Cristo Rey de este año.
PREGUNTA.- El tema de monseñor Ricca ha dado la vuelta al mundo. ¿Cómo va afrontar este asunto y todo lo relacionado con el lobby gay en el Vaticano?
“Si una persona es gay y busca al Señor
y tiene buena voluntad,
¿quién soy yo para juzgarla?
El problema es hacer ‘lobby’ de ello;
ningún ‘lobby’ es bueno”.
RESPUESTA.- Con monseñor Ricca [diplomático que dirigía la Casa Santa Marta y que el Papa nombró nuevo “prelado” (secretario) del IOR el 15 de julio, y al que se acusó posteriormente de “comportamientos inadecuados] he hecho lo que manda el Derecho Canónico, que es la investigación previa. No hemos encontrado nada. Tantas veces en la Iglesia, con relación a este y otros casos, se van a buscar los pecados de juventud. Y se publican. Y hablo de pecados, no de delitos, como los abusos a menores. Pero si alguien –laico, cura o monja– comete un pecado y luego se arrepiente, el Señor lo perdona. Y cuando el Señor perdona, olvida. Y esto para nuestra vida es importante. Cuando confesamos, el Señor perdona y olvida. Y nosotros no tenemos derecho a no olvidar.
Luego hablaba del lobby gay. Se escribe mucho de eso. Aún no me encontrado con ninguno que me dé el carnet de identidad en el Vaticano donde lo diga. Dicen que los hay. Cuando uno se encuentra con una persona así, debe distinguir entre el hecho de ser gay y el de hacer lobby, porque ningún lobby es bueno. Si una persona es gay y busca al Señor y tiene buena voluntad, ¿quién soy yo para juzgarla? El Catecismo lo explica de forma muy bella. Dice que no se debe marginar a estas personas por eso. Hay que integrarlas en la sociedad. El problema no es tener esa tendencia. Debemos ser hermanos. El problema es hacer lobby de ella, o de los avaros, los políticos, los masones…
PREGUNTA.- La sociedad brasileña ha cambiado, los jóvenes han cambiado. Usted no ha hablado sobre el aborto ni sobre el matrimonio ente personas del mismo sexo. ¿Por qué?
RESPUESTA.- La Iglesia se ha expresado ya perfectamente sobre eso, no era necesario volver sobre eso, tampoco hablé sobre otros temas. No era necesario hablar de eso, sino de las cosas positivas que abren camino a los chicos. Además, los jóvenes saben cuál es la postura de la Iglesia.
PREGUNTA.- ¿Pero cuál es su postura en esos temas?
RESPUESTA.- La de la Iglesia, soy hijo de la Iglesia.
“Hacer el trabajo de obispo es bonito.
El problema es cuando uno busca ese trabajo;
eso ya no es tan bonito, eso no es del Señor
Existe siempre el peligro de creerse
un poco superior a los otros, un poco príncipe…
El trabajo de obispo es ayudar a los hermanos a avanzar”.
PREGUNTA.- Hace semanas, a un niño que le preguntó cómo se sentía y si deseaba ser papa, le dijo que había que estar loco. Tras su primera experiencia multitudinaria en Río, ¿nos puede contar cómo se siente siendo papa, si es un trabajo duro, si es feliz siéndolo y si, de alguna manera, ha acrecentado su fe o, por el contrario, ha tenido dudas?
RESPUESTA.- Hacer el trabajo de obispo es bonito. El problema es cuando uno busca ese trabajo; eso ya no es tan bonito, eso no es del Señor. Pero cuando el Señor llama a un sacerdote a convertirse en obispo, es bonito. Existe siempre el peligro de creerse un poco superior a los otros, no como los demás, un poco príncipe… Son peligros y pecados. Pero el trabajo de obispo es ayudar a los hermanos a avanzar. El obispo delante de los fieles para señalar el camino, en medio de los fieles para ayudar a la comunión, detrás de los fieles, porque los fieles con frecuencia tienen el olfato de la calle. En Buenos Aires he sido muy feliz. He sido feliz, el Señor me ha asistido en eso.
PREGUNTA.- ¿Y ser papa le gusta?
RESPUESTA.- Sí, también. Cuando el Señor te pone ahí, si haces lo que te pide, eres feliz. Es lo que siento.
PREGUNTA.- Cuando se ha reunido con los jóvenes argentinos, un poco en broma y un poco en serio les dijo que a veces se sentía enjaulado. ¿A qué se refería?
RESPUESTA.- ¿Usted sabe la de veces que he tenido ganas de pasear por las calles de Roma? A mí me gusta andar por las calles, me gustaba tanto y, en ese sentido, me siento un poco enjaulado. Pero debo decir que los de la Gendarmería vaticana son buenos, son realmente buenos y les estoy agradecido. Ahora me dejan hacer algunas cuantas cosas más, pero es su deber garantizar la seguridad.
“Pido con frecuencia que recen por mí porque
siento que si es Señor no ayuda en este trabajo,
para que el pueblo de Dios vaya hacia adelante, uno no puede.
Me siento de verdad con tantos límites,
con tantos problelmas, también pecador”.
PREGUNTA.- ¿Por qué pide tan insistentemente que se rece por usted?
RESPUESTA.- Siempre lo he pedido. Cuando era sacerdote ya lo pedía, pero no tan frecuentemente. He comenzado a pedirlo con cierta frecuencia en el trabajo de obispo. Siento que si el Señor no ayuda en este trabajo, para que el pueblo de Dios vaya hacia adelante, uno no puede. Me siento de verdad con tantos límites, con tantos problemas, también pecador. Vosotros lo sabéis. Debo pedir esto, me viene de dentro. También a la Virgen le pido que rece por mí al Señor. Es una costumbre que me viene de fuera, también de la necesidad que tengo por mi trabajo. Siento que debo pedirlo. Es así.
La mujer en la Iglesia
PREGUNTA.- Usted dijo que la Iglesia, sin la mujer, pierde fecundidad. ¿Qué medidas concretas tomará por alcanzar esto, una mujer jefe de un dicasterio?
RESPUESTA.- Una Iglesia sin mujeres es como el Colegio Apostólico sin María. El rol de la mujer en la Iglesia no es solo la maternidad, la madre de familia, sino que es más fuerte, es el icono de la Virgen, la que ayuda a crecer a la Iglesia. Piensen que la Virgen es más importante que los apóstoles. La Iglesia es femenina, es esposa, es madre. No se puede entender una Iglesia sin mujeres, pero mujeres activas en la Iglesia, con su perfil, que la llevan adelante. Creo que no hemos hecho aún una profunda teología en la Iglesia. Solo un poco de eso, un poco de aquello: lee la lectura, mujeres monaguillo, la presidenta de Cáritas… Pero hay más, hay que hacer una profunda teología de la mujer.
“La Virgen María era más importante que los apóstoles.
La mujer en la Iglesia es más importante
que los obispos y que los curas.
Esto es lo que debemos tratar de explicitar mejor”.
PREGUNTA.- ¿Cómo debe ser la participación de la mujer en la Iglesia? ¿Qué piensa de su ordenación?
RESPUESTA.- Sobre su participación en la Iglesia, no nos podemos cerrar a que haya monaguillas, a la presidenta de Cáritas, a la catequista… Tiene que haber algo más, con lo que dije de la teología de las mujeres. En cuanto a su ordenación, la Iglesia ha hablado y dice no. Lo ha dicho Juan Pablo II, con una formulación definitiva. Esa puerta está cerrada. Pero sobre esto quiero decirles algo: la Virgen María era más importante que los apóstoles, que los obispos, diáconos y sacerdotes. La mujer en la Iglesia es más importante que los obispos y que los curas. ¿Cómo? Esto es lo que debemos tratar de explicitar mejor.
PREGUNTA.- En Brasil, la Iglesia católica está perdiendo fieles. ¿El Movimiento de Renovación Carismática es una posibilidad de evitar que los fieles se vayan a Iglesias pentecostales?
RESPUESTA.- A finales de los 70, inicios de los 80, no podía ver al Movimiento de Renovación Carismática. Una vez, hablando de ellos, dije: “Estos confunden una celebración litúrgica con una escuela de samba”. ¡Eso había dicho! Me arrepentí. Después conocí mejor, es verdad que el Movimiento tiene buenos asesores y ha ido en un buen camino. Ahora creo que este Movimiento hace mucho bien a la Iglesia, vive en la Iglesia. En este momento de la Iglesia, los movimientos son necesarios. Son una gracia del Espíritu. ¿Pero cómo se puede sostener un movimiento que es tan libre? ¡Es que la Iglesia es libre!
En el nº 2.859 de Vida Nueva.
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