GINÉS GARCÍA BELTRÁN, obispo de Guadix-Baza
Otro lugar, un mismo corazón es el lema con el que se han reunido, en la aldea del Rocío, más de 6.000 jóvenes andaluces, a los que se han unido otros del resto de España. Los obispos de Andalucía sabíamos que muchos de los jóvenes de nuestras diócesis no podrían acudir a Río de Janeiro, por eso pensamos invitarlos al Rocío, junto a la Virgen, para estar cerca del Papa y de los jóvenes del mundo entero. En estos días se ha repetido con gracejo del sur: “De Río al Rocío”.
Es verdad, el lugar era distinto, pero el corazón era el mismo. No había distancias, porque la fe rompe también el muro de la distancia. En el Rocío se respiraba la alegría de la fe, la ilusión de una generación de jóvenes que saben que el Señor los necesita, como les dijo el Papa en la Vigilia de Copacabana. Saben que son el campo de la fe donde Dios ha sembrado con la esperanza de recoger mucho fruto. Estos jóvenes del Rocío quieren ser los protagonistas del cambio, quieren ser los constructores y protagonistas de la Iglesia.
Les confieso que me ha embargado la emoción al ver el testimonio de estos jóvenes. La aldea almonteña era un bullir de chicos y chicas que rezaban, cantaban, escuchaban las catequesis de sus obispos. Los habitantes del lugar repetían: “Nunca vimos jóvenes así: educados, respetuosos, alegres, serviciales”. De estos jóvenes es el futuro.
El Rosario que abrazaba con las velas encendidas la aldea, la adoración eucarística las 24 horas del día, las filas interminables de confesiones, la feria de los carismas daban hondura a las celebraciones sencillas y solemnes de tonos juveniles.
La Iglesia mira al futuro, y lo hace de la mano de estos jóvenes que son un anuncio de ese mañana que ya se vislumbra hoy. Con el Papa, les decimos: “No se olviden: ustedes son los constructores de una Iglesia más hermosa y de un mundo mejor”.
En el nº 2.859 de Vida Nueva
