Un libro de Gustavo Gutiérrez (Sal Terrae, 2013). La recensión es de Jesús Sastre García
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Título: La espiritualidad de la liberación. Escritos esenciales
Autor: Gustavo Gutiérrez
Editorial: Sal Terrae, 2013
Ciudad: Santander
Páginas: 272
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JESÚS SASTRE GARCÍA | Estamos ante un libro que reúne una serie de escritos de Gustavo Gutiérrez sobre La espiritualidad de la liberación. La recopilación de los textos es obra de Daniel G. Groody, y en su base está una afirmación de M.-D. Chenu: “El hecho es que, en definitiva, los sistemas teológicos no son sino la expresión de la espiritualidad. Aquí está su interés y su grandeza… Una teología digna de ese nombre es una espiritualidad que ha encontrado los instrumentos racionales adecuados a su experiencia religiosa”.
El peruano G. Gutiérrez es un creyente de una profunda espiritualidad, y sus escritos rezuman la experiencia del Dios de Jesús desde la “opción preferencial por los pobres”. De ahí que estas páginas expresen la espiritualidad que contiene el compromiso liberador con los más necesitados. Porque, como recordó Benedicto XVI en Aparecida, “la opción preferencial por los pobres está implícita en la fe cristológica en aquel Dios que se ha hecho pobre por nosotros, para enriquecernos con su pobreza (cf. 2 Cor 8, 9)”. En consecuencia, el seguimiento de Jesús, por lo que implica, constituye un anuncio profético de la Buena Nueva que lleva a dar un lugar importante en la reflexión teológica al compromiso con los pobres. Y, como nos recuerda el propio Documento de Aparecida, “la opción por los pobres debe conducirnos a la amistad con los pobres” (DA 398).
Lo primero es la vida de fe; la teología es momento segundo, que, además, por su propia naturaleza, se orienta a ayudarnos a comprender y vivir mejor el misterio cristiano. De esta manera, recuperamos algo que ha sido muy importante en los primeros siglos: la relación entre teología y espiritualidad. “Los sistemas teológicos no son sino la expresión de la espiritualidad. Aquí está su interés y su grandeza… No se penetra en un sistema por la coherencia lógica de su construcción o por la verosimilitud de sus conclusiones; se le encuentra desde su nacimiento a través de la intuición fundamental sobre la cual se ha orientado nuestra vida espiritual con el régimen de inteligibilidad que ella comporta” (G. Gutiérrez, Beber en su propio pozo, pág. 50).
La espiritualidad ha de estar en el centro mismo de la teología y avanzar ambas juntas. “En su obra posterior habla de esta relación cada vez más como una relación mutuamente enriquecedora entre el silencio de la oración y la acción, por un lado, y el discurso teológico, por otro… G. Gutiérrez describe la teología como el lazo mediador entre una experiencia espiritual primordial (la plenitud del silencio) y la única respuesta apropiada a esa experiencia: compartir con otros, anunciar la Buena Nueva del Evangelio” (pág. 16).
De palabra y obra
En el compromiso con los pobres y en la reflexión crítica (evangélica) sobre la praxis es donde la reflexión teológica es más profunda y verdadera. La experiencia espiritual, el quehacer intelectual y la proclamación del Evangelio de palabra y obra constituyen la síntesis de la vida y escritos de G. Gutiérrez (contemplata aliis tradere). Otro modo de decir lo mismo, en expresión de Ignacio Ellacuría, “contemplación en la acción por la justicia”.
La teología tiene que utilizar al tiempo el lenguaje de lo profético y de lo contemplativo, pues solo el amor de Dios vivido en gratuidad lleva a la entrega más sólida y comprometida, como lo atestiguan los santos y los místicos. En este encuadre se sitúa la intuición de G. Gutiérrez al tratar la espiritualidad de la liberación. Su propuesta es válida para todo cristiano. Y lo expresa con estas palabras: “Para mí, hacer teología es escribir una carta de amor al Dios en quien creo, al pueblo al que pertenezco y a la Iglesia de la que formo parte. Un amor que no desconoce las perplejidades, y hasta los sinsabores, pero que es sobre todo fuente de una honda alegría”.
Además de realizar la selección de textos –revisada por el propio G. Gutiérrez–, Groody ha redactado una amplia introducción que ayuda al lector a comprender la distribución de los textos –en tres partes y 21 capítulos– y a hacerse con las claves que articulan los escritos esenciales.
“Los teólogos contemporáneos que mejor perciben la crisis política, económica y teológica de este momento son los que están más profundamente arraigados en la tradición mística” (pág. 27). En estas páginas rezuma constantemente la vida, el entorno, los estudios, las inquietudes y los compromisos pastorales de su autor. Parece obvio, pero no todos los escritos teológicos que se publican dejan traslucir la vida concreta y comprometida de quien los escribe. La teología de G. Gutiérrez es profundamente testimonial.
Entre las contribuciones fundamentales de este libro, figuran la relación entre espiritualidad y liberación, la estructura cristocéntrica y trinitaria de la espiritualidad y la unidad entre los términos gratuidad y justicia, historia de la salvación e historia humana, contemplación y acción, y amor universal de Dios y preferencia por los pobres.
¿Qué aporta, pues, G. Gutiérrez a la espiritualidad cristiana? Desarrolla con profundidad y lucidez algo que está en el núcleo de la tradición cristiana: la relación entre la fe y la justicia; en este sentido, podemos decir que ha influido en la formulación de la Doctrina Social de la Iglesia de las últimas décadas.
El libro se lee muy bien; los capítulos son breves, están muy bien secuencializados y comienzan con unas palabras introductorias que sintetizan lo que vamos a leer y apuntan al meollo de la cuestión. Estas páginas, por tanto, pueden ayudar a muchos cristianos a tener una comprensión de la espiritualidad de la liberación y a encontrar pautas para la vida de fe en la situación actual, donde la pobreza y la injusticia están reclamando una palabra sobre Dios que lleve a un compromiso más evangélico con la realidad.
En el nº 2.861 de Vida Nueva.