JUAN RUBIO, director de Vida Nueva | Se marcha el cardenal Bertone, como estaba previsto. No es una destitución, ni un alejamiento táctico. Simplemente es la edad canónica, ya rebasada, como a otros tantos. Así de sencillo. Poco atinan algunos informadores que desconocen lo más elemental del tema.
Es verdad que se marcha con acusaciones por parte de “víboras y cuervos” y con no pocos problemas, secuelas de cuanto dejó un sector curial de los últimos años de Wojtyla. También al papa emérito le correspondió su cuota de incomprensión por haber intervenido para limpiar basura en temas lacerantes para la Iglesia. A ambos les tocó el duro oficio de callar negligencias pretéritas y asumir los pecados ajenos. Ambos han tenido que luchar para sanear, purificar temas candentes, como los asuntos económicos y los abusos a menores.
Es poco elegante culpar de los errores a quienes intentaron corregirlos, ensuciándose las manos al limpiar la basura. La historia los pondrá en su lugar, cuando ya no haya zancadillas ni deslealtades. Nadie puede negar al tándem Ratzinger-Bertone haber sido parte de la solución a muchos problemas en la Iglesia. Uno se marchó harto. El otro ha esperado el momento.
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- LA CRÓNICA DEL DIRECTOR: La necesidad de una mirada más abierta en Roma, por Juan Rubio
En el nº 2.861 de Vida Nueva