JUAN RUBIO, director de Vida Nueva | Parece a muchos que han perdido fuerza los nuevos movimientos en la Iglesia; que con el papa Francisco las nuevas realidades eclesiales que tomaron auge en los aledaños de la Curia vaticana y en muchas de sus instituciones, han dejado de ser lo que eran. Las nuevas realidades eclesiales no han sido desalojadas de los Palacios Pontificios, aunque ahora no sea uno de sus momentos de esplendor por causas diversas.
- A RAS DE SUELO: Resistencia pasiva al Papa
En Buenos Aires, el cardenal Bergoglio los atendía, celebraba con ellos y los alentaba a su trabajo, pese a que en la mayoría de los casos, en aquellos lugares, es mayor la participación en las realidades diocesanas de lo que pueda ser en Europa.
Tienen un lugar en la Iglesia, como lo tienen los religiosos y cualquier grupo que, desde su carisma concreto, ayuden a la tarea evangelizadora desde el subrayado que cada uno tiene en lo específico. En esta Iglesia todos caben y todos tienen su misión y trabajo. Eso pensó siempre el cardenal de Buenos Aires.
Otra cosa bien distinta es que los organismos desde donde se decide estén copados por miembros de un solo movimiento y acaparen cada vez más lugares de poder para hacerse fuertes. Otra cosa bien distinta es creer que, por esa acumulación de poder, se es depositario de las verdades, de los modos de evangelizar y que se excluya a quienes viven la Iglesia de otra manera.
En este sentido, el papa Francisco, en la Pascua pasada, hablaba de las tres características de estas nuevas realidades eclesiales: novedad, armonía y misión. Y es en este trípode en donde fija el criterio de eclesialidad.
Las nuevas realidades eclesiales tienen un lugar en la Iglesia,
como lo tienen los religiosos y cualquier grupo que,
desde su carisma concreto, ayuden a la tarea evangelizadora.
En esta Iglesia todos caben y todos tienen su misión y trabajo.
Es buena la novedad que aportan los movimientos. “Hay que estar abiertos para recorrer los nuevos caminos que Dios nos presenta o nos atrincheramos en estructuras caducas, que han perdido la capacidad de respuesta”. No hay que negar esta novedad en muchos lugares y lo que ha supuesto en muchos cristianos, que han encontrado aquí el radar para su vuelta a la Iglesia.
Pero no puede faltar la armonía. “Cuando somos nosotros los que petendemos la diversidad y nos encerramos en nuestros particularismos, en nuestros exclusivismos, provocamos la división; y cuando somos nosotros los que queremos construir la unidad con nuestros planes humanos, terminamos por imponer la uniformidad, la homologación”.
Apropiarse del magisterio papal ha sido y es tentación constante. Y cierta resistencia pasiva al actual Papa procede de esta última característica. Se han oído estos días barbaridades al respecto en boca de eminentes personajes de la vida eclesial. Creen que es desmedida la euforia desatada por el nuevo Papa entre los no creyentes. Esto parece molestar a ciertas huestes que, con voz en mando, tachan, borran, difaman, olvidan y acusan de no “ser Iglesia” a quienes no entran en sus esquemas de una uniformidad preocupante.
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En el nº 2.864 de Vida Nueva.