Los mártires

Carlos Amigo, cardenal arzobispo emérito de SevillaCARLOS AMIGO VALLEJO | Cardenal arzobispo emérito de Sevilla

“Si es mártir es porque antes ha sido confesor; con su vida ha dado testimonio perseverante en aquello en lo que cree y que, como gracia de Dios, se le había dado en el bautismo…”

Dentro de unas semanas, un numeroso grupo de mártires será beatificado. Es decir, que se mostrará el ejemplo de su vida y de su muerte como lección de ejemplaridad para la vida cristiana. No se trata de reivindicar derechos atropellados, ni de ajuste alguno de cuentas, ni de acusación a quienes condenaron.

Pero no se puede dejar de reconocer el derecho que tienen a ser venerados aquellos que sufrieron la muerte a causa de su fe, de su amor a Jesucristo. Ni pertenecían a una determinada clase social, ni estaban afiliados a partido alguno, ni profesaban una militancia ideológica. Eran obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas, fieles laicos o simplemente cristianos.

Las gentes se maravillaban, y no era para menos, de la fortaleza que mostraban aquellos primeros cristianos que eran llevados a las fieras en los circos o para ser degollados por los verdugos. San Agustín daba la explicación: no os extrañéis del testimonio que están dando en las calles y en las plazas, pues antes de que sucediera todo esto, se han ofrecido en el altar para ser víctimas con Jesucristo y en alabanza de Dios.

El martirio no es simplemente una circunstancia ocasional. Si es mártir es porque antes ha sido confesor. Es decir, con su vida ha dado testimonio perseverante en aquello en lo que cree y que, como gracia de Dios, se le había dado en el bautismo. Lo que recibiera un día lo había guardado fielmente y, ahora, al sufrir la muerte, rubricaba con su sangre lo que había confesado con la palabra y el ejemplo.

Estremece y emociona el relato de los últimos días en la vida de estos mártires que van a ser beatificados en Tarragona. La confianza en Dios, la oración continuada, el sentido de Iglesia y de fraternidad, la perseverancia en la fe… Pero también la muerte de estos testigos de Jesucristo es un impresionante alegato contra el odio, la violencia, la tortura, la falta de libertad religiosa, la vejación de las personas, la intolerancia, el deseo de venganza, la injusticia…

Por el contrario, la sangre de estos mártires es como un entusiasmado pregón sobre el amor, la misericordia, el perdón a los enemigos, la fidelidad al Evangelio y al seguimiento de Jesucristo.

Ellos dieron su vida en esos dolorosos tiempos de persecución religiosa, pero no solo el día de la muerte, sino en tantos momentos en los que renovarían su compromiso de seguir a Jesucristo, pidiendo que no deseaban tener otro premio sino el de su Cruz, escándalo para unos y risas para otros; pero, para ellos, fuerza y sabiduría de Dios, como dijo san Pablo.

La glorificación de los mártires no es un signo de revancha ante un mal cometido, sino de la proclamación de la fidelidad en la fe y amor de Cristo, el testigo fiel.

En el nº 2.864 de Vida Nueva.

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