Extracto del Pliego del nº 2.867 19-25 octubre 2013 …
JUAN Mª GONZÁLEZ-ANLEO SÁNCHEZ, sociólogo, CES Don Bosco | Hace tiempo que los jóvenes se han convertido en una preocupación nacional, casi en un agobio. Se suceden las encuestas, se publican estudios de toda índole, se reúnen comisiones, se elaboran planes –contra la droga, contra el embarazo de adolescentes, para reducir el fracaso y la violencia escolar, con vistas a eliminar o, al menos, atenuar el vandalismo callejero…–.
Y, a medida que no cesa de crecer esta preocupación por los jóvenes, cada vez son más los adultos, incluso algunos de los que se dedican al estudio de la juventud, que no salen de su desconcierto frente a unos jóvenes que se les antojan cada vez más complejos, más herméticos.
Existen varias razones para explicar este fenómeno:
De este último punto trata este artículo: de la desaparición de los jóvenes, de su alejamiento social, de su desinterés y apatía por todo lo que no sea su propio mundo.
Trataré de hacerlo sin caer, en la medida de mis posibilidades, en ninguna de las trampas que acabo de citar, explorado una por una las esferas sociales fundamentales: la confianza social básica, la confianza y participación institucional, los ideales y la acción colectiva, incluyendo su concienciación ecológica y su actitud ante la nueva comunidad plural y multiétnica. Hasta llegar a su madriguera, a la calidez de su refugio íntimo, allí donde el joven, como veremos, parece refugiarse de un mundo que no le gusta y que parece temer.
Comencemos con una breve reflexión sobre las dimensiones y la trascendencia del tema que nos ha traído hoy aquí.
La expresión “el fin de la sociedad” no es ni mucho menos nueva. Sin embargo, nunca hasta los últimos decenios sale este augurio del ostracismo reservado en las ciencias humanas actuales a las visiones cargadas de cierto cariz apocalíptico.
El paso de una sociedad industrial a una posindustrial, junto con la paralela transformación cultural de la posmodernidad, es acompañado por un deterioro acelerado de las condiciones sociales. Es, en la expresión acuñada por Fukuyama, “la gran ruptura” social: se debilitan los lazos sociales, los valores comunitarios se deshacen y comienza a emerger un nuevo orden social basado en el individualismo instrumentalista, que empapa con su lógica gran parte del tejido social.
Los protagonistas indiscutibles de esta gran ruptura son las generaciones más jóvenes, ciudadanos privilegiados de la posmodernidad e hijos, o incluso nietos, de los pioneros en soltar las amarras sociales. Así, en los últimos años, debido en parte al impulso del autor Francis Fukuyama, el miedo casi tribal a la desintegración social se ha visto transformado en hipótesis de trabajo por gran número de académicos.
En el caso concreto de los jóvenes, vivir fuera de lo social no implica un individualismo radical en el que todas las formaciones sociales queden barridas de un plumazo. Por el contrario, el grupo pequeño, las comunidades de sangre, de lugar y espíritu, como las denominó Tönnies a finales del siglo XIX, recuperan vitalidad entre ellos en una estrategia de enroque dentro del grupo primario.
Y esto frente a una sociedad que, a la vista de cómo se está desarrollando el proceso de globalización y neocapitalización de las relaciones en ella, parece corresponder más que nunca con la idea que Tönnies tenía en mente a la hora de acuñar el término.
La tendencia a la proxemia y el pragmatismo apreciable en la juventud actual hace pensar en un retorno al tribalismo en el sentido amplio expuesto por Michel Maffesoli a finales de los 80. El nuevo espíritu tribal parece haber extendido su significado en el mundo juvenil más allá del neotribalismo de determinadas subculturas, y engendrado en torno a símbolos, gustos y afinidades estéticas, englobando ahora a todos aquellos que están próximos, incluida la familia.
Hoy día enrocado sentimental e instrumentalmente en su pequeña tribu, el joven vive y convive en la más vasta sociedad como turista social, moviéndose a través de los espacios en los que otros viven, arropado siempre por su pequeño círculo, su familia y sus amigos, fortaleza que le hará posible su incursión turística en la sociedad y que, como veremos, no implica la desaparición del individualismo, sino su nido más cálido.
En el nº 2.867 de Vida Nueva. Del 19 al 25 de octubre de 2013
Valores comunitarios y desapego social en la juventud actual (PDF), Pliego íntegro solo para suscriptores
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