Dan miedo


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José Lorenzo, redactor jefe de Vida NuevaJOSÉ LORENZO | Redactor jefe de Vida Nueva

“Uno de los peores efectos que han traído consigo las hipotecas subprime norteamericanas con sus bonos basura es la extensión de una conciencia igualmente putrefacta con respecto a los demás….”

Algo falla cuando un pueblo renuncia a luchar contra la pobreza y se conforma con perseguirla, con multarla para que no moleste a la entrada de los centros comerciales, no sea que ahora que ya sabemos que el dinero está deseoso de volver a España, nos fastidie la recuperación incipiente otra portada en blanco y negro en The New York Times.

Solo una mente abotargada por datos, porcentajes e índices puede pensar que una multa puede hacer desistir a un padre o a una madre de conseguir lo que sea –primero de forma no ilegal, claro– para que sus hijos no pasen hambre.

Algo falla también cuando parece no inquietar la expulsión de inmigrantes con familiares legalmente residentes en el país, cuando no se facilita la asistencia sanitaria básica a una persona con cáncer de útero, cuando no conmociona el desmantelamiento de un campamento de gitanos, el desahucio de jubilados, la desnutrición infantil… Una sociedad cuyo estómago tolera esto está preparada para que crezcan en ella bífidus radicalmente activos y xenófobos, que primero apelan y luego deportan.

Uno de los peores efectos que han traído consigo las hipotecas subprime norteamericanas con sus bonos basura es la extensión de una conciencia igualmente putrefacta con respecto a los demás.

Esta gran crisis –igual que las anteriores que conmocionaron la escena internacional en siglos pasados, cambiando el curso de la historia– vuelve a demostrar que no hay mejor anestesiante social que el miedo, inoculado con la complicidad de medios de comunicación que han perdido la noción de su sentido original. Así, la irresponsabilidad toma carta de naturaleza política y la falta de pudor y sentido ético se convierte en el lenguaje dominante en unas y otras banderías.

Y en medio, claro está, el sálvese quien pueda se convierte en doctrina que amalgama actitudes y globaliza la indiferencia. ¿A quién le importa en esta tesitura que se gasee a unos sirios? Hace diez años, en vísperas de la guerra de Irak, España se echó a la calle por la paz. Ahora, Siria ha tenido que contentarse con la iniciativa del Papa, valiente y necesaria.

Acabamos de celebrar la semana de movilizaciones contra la pobreza, pero solo se habla de Bárcenas. Hay un silencio cómplice que facilita la impunidad, y del que, salvo honrosas excepciones, participa la Iglesia.

En el nº 2.868 de Vida Nueva