JUAN RUBIO, director de Vida Nueva | El puesto de secretario general del Episcopado lo han venido ejerciendo obispos y sacerdotes. Tan solo Jesús Iribarren no llegó a ser obispo. El resto sí, desde el entonces obispo auxiliar de Madrid, José Guerra Campos, el primero de ellos, hasta el actual, que llegó al episcopado después de ser elegido secretario, procedente del aula, aunque no directamente.
Por lo tanto, puede ser sacerdote, obispo o laico. Nada lo impide. Como nada impide en los estatutos que pueda ser una mujer. Y, al parecer, la hay, aunque tuvieran que desmantelar la Comisión para los Santos, que esta mujer lleva con tanta eficacia. Hay obispos que han pensado en ella e, incluso, cuenta con apoyos de sectores con peso específico.
Si se diera esa elección, no vendría mal que también otra mujer, experimentada en las lides de la infomación, no ajena al actual círculo madrileño, pudiera ser la portavoz.
No estaría mal que dos mujeres fueran, por un tiempo, la imagen de la Conferencia Episcopal. Estoy convencido de que sería distinto, de que sería bueno. Y si es peor o mejor, será el tiempo el que lo diga. ¡Dejemos trabajar las manecillas del reloj! No pongamos trabas a la lógica de los tiempos.
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En el nº 2.869 de Vida Nueva.
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