JUAN RUBIO, director de Vida Nueva | Y hablando de la familia, y de la esquizofrenia en la que tantas veces vive cuando la moral ata y no libera, nada mejor que la grandiosa novela de François Mauriac, Nudo de víboras (1932).
El Nobel francés nos sitúa en la región francesa de Las Landas y retrata de forma asombrosa la vida de una familia católica del momento. Luis, un anciano avaro, descreído, cínico, egoísta y ateo, al presentir su muerte, redacta una carta, llena de reproches a su esposa, católica y tradicional, en la que hace balance del fracaso de su familia, que desea que muera lo antes posible para heredar.
Hace culpable a la moral católica de esa falta de felicidad. Un escenario por el que desfila el corazón de una familia. Al final, cuando todo parece perdido, como en todas las obras de Mauriac, tras hurgar en el pecado y en la miseria, Dios asoma en una esquina dando un hálito de esperanza.
He pensado muchas veces, al releer esta novela, en las muchas familias que luchan por vivir su fe en la integridad, en medio de las dificultades. Dios acechando, pero, sobre todo, comprendiendo y amando. Es la clave de la encuesta que el Papa ha hecho circular: Dios siempre al acecho, no para condenar, sino para curar las heridas y devolver la felicidad.
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En el nº 2.870 de Vida Nueva.
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