En ‘El revés de la trama’: Álvaro Valverde y Álex Chico (De la luna libros, 2013). La recensión es de Javier Morales
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Título: plasencias
Autor: Álvaro Valverde
Editorial: De la luna libros, 2013
Ciudad: Mérida
Páginas: 80
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Título: Un lugar para nadie
Autor: Álex Chico
Editorial: De la luna libros, 2013
Ciudad: Mérida
Páginas: 68
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JAVIER MORALES | Aunque sin nombrarla, su ciudad natal siempre ha estado presente en una buena parte de los poemarios de Álvaro Valverde (Plasencia, 1959), figura imprescindible de la poesía española de los últimos veinte años. Ahora, en su última obra, plasencias, el poeta evoca sin disfraces su relación con este territorio, entre real e imaginario, “cuyo paisaje, en forma de recinto amurallado, uno relaciona sin remedio con los famosos versos de Cavafis”, explica el autor.
Con un estilo elegante y sobrio, marca de la casa, y una mirada reflexiva con acento anglosajón, Valverde nos regala versos como estos de La encina solitaria: “Es algo más que una vetusta encina. / Sola, en su altura, sosegada, es cifra / de la vida a la que aspira quien resiste”.
“El poeta es un paseante, alguien que, en silencio, encamina sus pasos a la deriva. Un ser reflexivo que, como el trazado de la ciudad, se presta a las divagaciones, mientras da rodeos al encuentro / de uno mismo”, escribe sobre plasencias su paisano, el poeta Álex Chico (Plasencia, 1980).
La cita no es en vano. El último poemario de Chico, Un lugar para nadie, salió a la vez que plasencias, en la misma editorial, la emeritense De la luna libros.
Alejado de corrientes, premios y del sectarismo que tanto abunda en el mundillo de la poesía, el autor placentino, que desde hace años vive en Barcelona, nos habla en su tercer poemario con una voz propia y madura, en la que ha destilado lo mejor de las influencias de algunos de sus maestros, entre otras la del propio Valverde. La Provenza (lugar de nacimiento del gran René Char), Ischia o el barrio barcelonés de La Verneda, donde Chico vivió la infancia, son algunos de los lugares donde el poeta posa su mirada antes de detenerse en el lugar de la escritura, el ámbito más personal con que el escritor se mueve por el mundo, su verdadero carné de identidad.
En el nº 2.870 de Vida Nueva.