Lo que odian no es la Navidad


Compartir

José Lorenzo, redactor jefe de Vida NuevaJOSÉ LORENZO | Redactor jefe de Vida Nueva

“En las noches frías y oscuras, ¿quién no querría sentir ese abrazo que nos resguarde de la intemperie?…”

El hecho es real. Lo padeció una colega que acaba de confesar desde su periódico que estas fechas le vuelven a hacer tilín, aunque el proceso ha sido lento y laborioso. Seguramente, lo de la misa del gallo le parecerá todavía un innecesario sacrificio ritualista en su actual estado postraumático, pero nunca se sabe lo que traerá mañana la marea…

Como en las veces anteriores, el colofón a aquellas navidades era lo mejor para ella: los regalos de los Reyes Magos. Imagino que en su cabeza, la espera siempre merecía la pena y no asomaría atisbo de decepción pues, de nuevo, se había desgañitado con los villancicos y, mirando el Nacimiento, seguro que habría sentido también, al menos por un instante, el frío de aquella noche en Belén, por más que la cueva de corcho que tenía ahora ante sus ojos estuviese forrada de espumillón y dentro contase con la calefacción añadida de luces multicolores. ¿Eran o no eran esos sentimientos signos más que evidentes de ser una muy buena persona?

Pero a los once años, un diccionario, a palo seco, se le atraganta a cualquiera. Y más si los Magos de Oriente lo han dejado en casa de tu abuela preferida a tu nombre, sin ningún otro bulto que desempaquetar. Porque sí. Porque ya no se está en edad de cuentos, sino de empezar a entenderlos. Y claro, un tocho así es como una bomba de racimo en un universo en el que la realidad se entiende mejor si aún viene de la mano de la ficción.

Pero la ficción saltó hecha añicos por un agravio que no lograba comprender. Y, con ella, la ilusión de la Navidad y el cosquilleo de la espera, con los pastorcitos y el río de papel de plata incluidos… ¿Qué he hecho yo para merecer esto?

Muchas personas han odiado y odian la Navidad. La mayoría no puede con ese estado de dicha redicha que parece obligatorio exhibir incluso con quien te ha estado haciendo la puñeta a conciencia todo el año, ni con las zambombas, los sorteos, las comidas de empresa, ni, sobre todo, la sobredosis de felicidad impostada que lanzan las televisiones. En este “odio navideño” ha habido también en los últimos años mucho postureo de pretendido cuño contracultural. Quizás como el de la colega periodista.

Pero nada de eso es la Navidad. En las noches frías y oscuras, ¿quién no querría sentir ese abrazo que nos resguarde de la intemperie?

En el nº 2.876 de Vida Nueva. Sumario del número especial