FRAN OTERO | Manos Unidas sigue demostrando que se puede cambiar el mundo, que la lógica del beneficio sin escrúpulos, el consumismo, la injusticia social y la indiferencia pueden desaparecer no con acciones grandilocuentes, sino trabajando en lo concreto en cada realidad, y no solo en los países que están en vías de desarrollo, sino también en el llamado primer mundo.
Precisamente, la 55ª Campaña de Manos Unidas –coincide con la Jornada Nacional de Manos Unidas, el 9 de febrero– hace hincapié en la necesidad del compromiso de todos por crear una nueva sociedad donde la persona esté en el centro.
Así se refleja en el lema Un mundo nuevo, proyecto común, que no es sino un modo de llamar al octavo y último Objetivo del Milenio (ODM) –fomentar una asociación mundial para el desarrollo– propuesto para este año por Naciones Unidas.
“Un mundo que tiene que cambiar mucho, muchísimo. Habría que sacudirlo en el aire, agarrándolo entre todos, cada uno como buenamente pueda, y agitarlo hasta vaciarlo de todas sus injusticias. Solo así, entre todos, trabajando en común, podremos crear ese mundo nuevo que buscamos”, afirmó en rueda de prensa la presidenta de Manos Unidas, Soledad Suárez, el 4 de febrero en Madrid.
En su opinión, este objetivo es el que más interpela al mundo desarrollado, aunque sea tarea de todos llevarlo a cabo. Una interpelación a quitarse la máscara que anestesia y a movilizarse en favor de ese proyecto común de crear un mundo nuevo.
La constatación de que esta meta se puede alcanzar es el trabajo que se realiza en numerosas partes del mundo gracias a proyectos –1.400 en proceso– financiados por Manos Unidas, proyectos que apuestan por una superar la injusticia.
Uno de ellos tiene como protagonista a Covadonga Orejas, carmelita de la Caridad Vedruna que trabaja en la protección de menores –niños de la calle en situación de explotación de diversa índole– en centros de Togo y Gabón. Gracias a la solidaridad y compromiso de muchos, pueden trabajar en la reinserción familiar y escolar de estos niños, ofrecer atención psicológica, así como formación y sensibilización a adultos para evitar el trabajo esclavo, la violencia, los abusos sexuales y el tráfico de niños.
En América Latina también se producen cambios gracias a numerosas iniciativas como la que lidera Óscar Bazoberry, coordinador general del Instituto para el Desarrollo Rural de Sudamérica, a quien Manos Unidas ha financiado un proyecto de diagnóstico. En un mundo en el que destacan el cambio climático, la crisis alimentaria, la devastación de recursos naturales o la crisis de modelos agroempresariales…
Bazoberry explica que Sudamérica presenta grandes posibilidades para establecer un patrón de desarrollo basado en las potencialidades de la población y el conocimiento campesino indígena, aunque no hay que olvidar grandes riesgos como la concentración de decisiones y capitales promovida por algunas instituciones.
Estos y otros proyectos se pueden llevar a cabo gracias a las donaciones que particulares, sobre todo, y entidades públicas realizan a Manos Unidas, que, por cuarto año consecutivo, han vuelto descender.
“Esa crisis, que dicen que empieza a abandonarnos, sigue marcando nuestros resultados económicos provisionales del año 2013. A pesar de que, para nosotros, los fondos públicos suponen un porcentaje muy pequeño del total de nuestros ingresos, estos datos reflejan cómo sigue disminuyendo la Ayuda Oficial al Desarrollos”, apuntó Soledad Suárez.
De hecho, frente al descenso del 4% de donaciones particulares, los fondos públicos bajaron en torno al 40%. Circunstancias que la presidenta de Manos Unidas achaca a la situación económica, que no puede “servir de excusa”. “Reitero, sin restar por ello un ápice de importancia a los terribles apuros económicos que están pasando tantas familias de España: lo que aquí es una necesidad o carencia, en los países en los que trabajamos puede ser cuestión de vida o muerte. Nuestra solidaridad debe ser global”.
Así, Manos Unidas recibió en 2013 un total de 44,2 millones de euros repartidos entre el sector público (4,5 millones), el sector privado (38 millones) y los ingresos financieros y otros (1,7 millones), partidas que han servido para financiar 600 proyectos en África, Asia y América, “cuyo fin es contribuir a paliar una pobreza que afecta a más de mil millones de personas; un quinto de la población mundial”.
Por todo esto, es muy importante la concienciación social –en ella incide la campaña de este año– para evitar caer en una indiferencia cómplice, tal y como ha señalado el papa Francisco en su última exhortación y que recuerda Manos Unidas: “Casi sin advertirlo, nos volvemos incapaces de compadecernos ante los clamores de los otros, ya no lloramos ante el drama de los demás ni nos interesa cuidarlos, como si todo fuera una responsabilidad ajena que no nos incumbe. La cultura del bienestar nos anestesia y perdemos la calma si el mercado ofrece algo que todavía no hemos comprado, mientras todas esas vidas truncadas por palta de posibilidades parecen un mero espectáculo que de ninguna manera nos altera”.
En el nº 2.881 de Vida Nueva.