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El barro de los sueños. Diario de un cura de barrio


Un libro de Tintxo Arriola (PPC, 2013). La recensión es de José María Avendaño Perea

El barro de los sueños. Diario de un cura de barrio, Tintxo Arriola, PPC

Título: El barro de los sueños. Diario de un cura de barrio

Autor: Tintxo Arriola

Editorial: PPC, 2013

Ciudad: Madrid

Páginas: 288

JOSÉ MARÍA AVENDAÑO PEREA | “La vida no consiste en esperar que pase la tormenta, sino en aprender a cantar bajo la lluvia”. Son palabras de Tintxo Arriola, que, como el amor de una madre, abraza, acompaña, sostiene y cura la vida de sus hijos, y va desgranando el amor infinito de Dios al referirse a la existencia de Freddy.

A través de 44 historias como la de este hombre enfermo y solo, historias de vida y de amor, de pasión por Dios y por su pueblo, el autor, sacerdote en las afueras de Los Ángeles, se acerca como buen pastor y se conmueve y compromete con hombres y mujeres de aquel rincón del mundo. Y allí, en su servicio pastoral, lleva la belleza de la Buena Nueva, convencido de que Jesús “camina con él, habla con él, respira con él y trabaja con él”, como nos acaba de decir el papa Francisco en La alegría del Evangelio.

“Son mi gente. Son ellos y yo mismo. Las personas con quienes he vivido, la gente que he querido, su ‘insoportable levedad del ser’ y la pesadez de sus vidas”, nos confiesa en la interesante entrevista que le realiza Iker Mendiola al comienzo del libro. Todo un manual de misericordia y desvelo testimonial, como expresa el profesor Edward J. Celano.

Stella ha dedicado mucho tiempo al anuncio del Evangelio como catequista; ahora, con un grupo, ayuda en la “casa-hogar” de los niños de la calle. Un día encontró a su marido muerto de sobredosis. Tiene en su alma un último refugio donde encontrar cobijo. Afirmaba san Agustín que “hay otros mundos, pero están todos dentro de ti”.

“Bendecida, padre”, es la respuesta de Helen al preguntarle Tintxo cómo se sentía. Mujer servicial con todos y, “en su pobreza, generosa siempre. Pasó haciendo el bien. Y dejó un buen recuerdo”. Ella fue solidaria, y los pobres mostraron una hermosa solidaridad con ella. Y pienso en Tabita, la discípula de Jesús en Jafa, que resucitó san Pedro, y cómo las viudas de la población se presentaron mostrando con lágrimas los vestidos y mantos que hacía. Así la vida se hace más llevadera, gracias a los “santos de la vida cotidiana” que facilitan y restablecen tanta esperanza herida.

La hermosa película El gran silencio le sirve de estribo al cura vasco –que en la actualidad combina la enseñanza con la pastoral universitaria, viviendo cerca de los jóvenes, no “balconeando”, en los barrios más pobres de Los Ángeles– para adentrarnos en la necesidad de la oración, de la búsqueda de sentido a través del trabajo y la plegaria, día y noche, peregrinando por el silencio, si queremos experimentar la brisa suave de la presencia de Dios.

Muchas gracias, Tintxo, que Dios te siga bendiciendo, iluminando y dando fuerzas, para que, con el corazón puesto en Él, salgas a las periferias llevando siempre el buen olor de las Bienaventuranzas.

En el nº 2.882 de Vida Nueva

Actualizado
13/02/2014 | 18:50
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