EDITORIAL VIDA NUEVA | Volvemos a sentir, como el papa Francisco ante la tragedia de Lampedusa, vergüenza. Más vergüenza, porque, a pesar de los golpes de pecho que nos dimos entonces, no hemos hecho nada y ha vuelto a ocurrir. Esta vez en Ceuta, donde quince seres humanos fallecieron en su camino por lograr una vida digna que no pudieron alcanzar en sus respectivos países.
Nos llamamos la Europa de los Derechos Humanos, pero dejamos morir a personas en nuestras orillas; criticamos que un país como Suiza cierre la puerta a trabajadores comunitarios, pero construimos en nuestras fronteras vallas cada vez más altas y peligrosas.
Es la vergüenza un aldabonazo que debería despertarnos del sueño de la indiferencia y del peligro de abordar estas tragedias sin la profundidad adecuada. Y es que la solución a los problemas migratorios tiene que pasar por medidas integrales, y no simplemente por una política de férreo control.
En el nº 2.882 de Vida Nueva. Del 15 al 21 de febrero de 2014.
LEA TAMBIÉN:
- IGLESIA EN ESPAÑA: La Iglesia clama contra la vergüenza de Ceuta (si es suscriptor, artículo íntegro)
- IGLESIA EN ESPAÑA: La Iglesia lidera la oposición al uso de cuchillas en la valla de Melilla (si es suscriptor, artículo completo)
- IGLESIA EN EL MUNDO: El arzobispo Agrelo tacha de “holocausto” la política migratoria europea (si es suscriptor, artículo íntegro)
- EN VIVO: El mar no es una fosa común (si es suscriptor, reportaje íntegro)
- VATICANO: “Emigrantes y refugiados no son peones sobre el tablero de la humanidad”, denuncia Francisco
- VATICANO: Lampedusa: una visita que ya agita conciencias