FRANCISCO M. CARRISCONDO ESQUIVEL | Profesor de la Universidad de Málaga
“Golpes Bajos aportó a este movimiento cultural la nota triste, melancólica, romántica… El tedio de vivir, el esplín…”.
La pasada Nochebuena nos dejó, demasiado pronto, Germán Coppini, líder del grupo musical Golpes Bajos. Anteriormente fundó Siniestro Total, la banda punki-roquera que demuestra que la movida gallega, viguesa por más señas, precedió a la de la capital española. Ahí están ellos y otros grupos míticos, como Os Resentidos (con Antón Reixa a la cabeza) y Aerolíneas Federales.
En una vuelta de tuerca más a su polifacética carrera, Coppini fundó la banda con que mejor se dio a conocer. Fueron años gloriosos, breves pero intensos –tres discos de 1983 a 1985– cuyos artífices luego derivaron hacia derroteros más ramplones, por no decir ñoños, blandengues o, simplemente, comerciales. Pasó lo mismo con varios conjuntos de la movida madrileña.
Golpes Bajos aportó a este movimiento cultural la nota triste, melancólica, romántica… El tedio de vivir, el esplín. Canciones de su primer disco, como No mires a los ojos de la gente o Malos tiempos para la lírica forman parte de los sonidos de toda una generación y oídos posteriores han llegado a tomarlos prestados.
Pero para mí lo más importante fue cómo el grupo incorporó la religiosidad popular, no solo la más genuinamente gallega (ahí está su canción A Santa Compaña), también la tradicional de nuestra península, la de fotos en color sepia, procesiones y monaguillos, remordimientos y culpas. Y todo ello sin ofender a nada ni a nadie.
Por eso, sugiero a los amantes del pop que se acerquen, si no las conocen, a piezas como Ayes, Santos de devocionario o La Virgen Loca.
En el nº 2.883 de Vida Nueva.