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Título: El vino de la juventud
Autor: John Fante
Editorial: Anagrama, 2013
Ciudad: Barcelona
Páginas: 320
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ÁLVARO MENÉNDEZ BARTOLOMÉ | Atrapar a John Fante (1909-1983) no resulta difícil: toda su capacidad de inventiva está ahí, dispuesta para quien desee disfrutarla. De acuerdo: esta definición vale casi para cualquier autor, pero el carácter de Fante reside en presentar la relación de los hechos a la luz de su propia desnudez, sin formalismos esforzados en tratar de convencer de nada. Muy en la línea de un Thomas Wolfe o de un Christopher Morley, que ya han aparecido en esta misma página, aunque a John Fante se le ha relacionado más bien con otros autores tales como Knut Hamsun, Nathanael West, Chandler, Carver, Bukowski e incluso Dostoievski.
El propio Bukowski es quien escribe lo siguiente en el prólogo de Pregúntale al polvo, otra obra de Fante: “Yo era joven, pasaba hambre, bebía, quería ser escritor. Casi todos los libros que leía pertenecían a la Biblioteca Municipal del centro de Los Ángeles, pero nada de cuanto me caía en las manos tenía que ver conmigo, con las calles, ni con las personas que me rodeaban”. Pero Fante no era así.
Fante sí habla de las calles y de las personas, escribe “con el corazón y con las entrañas y no habla de otra cosa”. Aquí es donde sí es posible atrapar a este hijo de emigrantes italianos. Es fácil: porque él se hace, también, dueño de nuestra propia lectura.
Relatos de familia
El vino de la juventud se compone de veinte relatos que abordan, salvo los dos últimos, la vida familiar de unos emigrantes italianos en Colorado, allá por los años 20 del siglo pasado. Supongan ustedes que hay mucho de composición autobiográfica y se harán todavía más partidarios del autor. Se trata de confesiones sinceras, crudas a veces, y con una mezcla de humor y sordidez que echa por tierra muchos prejuicios.
Confesiones con billete solo de ida. De las de ‘nada que perder’. Y lo bueno es que, además, todo puede ser cierto o no. Si el aforismo que sostiene que ‘la realidad supera la ficción’ es sutil –sin aspirar a serlo–, desde luego, los hechos narrados por Fante no lo son menos.
Gusta la crudeza porque el discurso goza del beneplácito que otorga el hecho de estar realizado a través de los ojos adolescentes del narrador. Salir a la calle, aprender de la vida y evitar la asepsia cuasi hospitalaria con la que demasiado a menudo se visten las aulas. ¿Por qué no? La sutileza se basa en contemplar, sufrir y narrar, pero dejando atrás cualquier otra pretensión, lo cual es muy de verdadero filósofo. No se trata de una ‘fórmula literaria’ infalible, claro, lo que pasa es que Fante embelesa al aplicarla.
Su éxito está asegurado, y eso es lo terrible… Es decir, quién iba a imaginar que enumerar miserias hubiera sido un camino de ganancias. Para muestra, un botón, como se suele decir. El padre de la familia mete en casa a una disoluta mujer, un bellezón, en plena cena familiar, y pretende allí mismo apañar una ridícula boda con el mejor amigo de la familia. A la esposa y madre le arde la cara. Cólera y vergüenza. Celos. Y, sin embargo, los hijos viven y describen la situación con una solvencia pasmosa: “Nosotros nos desparramamos en la alfombra, en medio de la sala, tumbados boca abajo y viendo a la hermosa mujer. Esta había cruzado las piernas, y sus rodillas sedosas eran como naranjas de oro. La miramos maravillados y con placer”. Pues eso. Detalles como este llenan el libro.
‘Camino del infierno’
Si alguien deseara una versión adecuada de un catecismo elaborado a partir de lo que se le pasa por la cabeza a un adolescente, puede acudir sin temor a las reflexiones al respecto elaboradas por el protagonista. Es un tema que abunda en el libro. De hecho, uno de los relatos, titulado Camino del infierno, muestra con un humor magistral y una ironía perfecta el ascenso a la visión de la conciencia ante la tentación y el pecado. Imposible no sonreír.
Si bien es cierto que los relatos que componen el volumen han sido redactados en años diferentes, todos ellos gozan de la unidad de los personajes en torno a los problemas de su familia, del trabajo precario del padre y de la religión católica que ellos ‘traen’ como emigrantes italianos que son. A ojos del pobre, el Diablo aparece demasiado a menudo junto a los escaparates, esperando que uno se acerque “deseoso de cualquier cosa que cueste mucho dinero”.
A la luz de lo cual no estaría mal revisar nuestras definiciones. “Cuando quieres algo con todas tus fuerzas, sobre todo si es algo que no puedes tener, se llama tentación”. Desde luego. Y qué de significaciones adquiere la misma definición antes o después. ¿Antes o después de qué? De leer a Fante, por supuesto.
En el nº 2.888 de Vida Nueva.