JOSÉ RAMÓN AMOR PAN, doctor en Teología Moral y especialista en Bioética
Tiene mucha razón el Papa cuando, al hablar de la acción evangelizadora, afirma: “Hoy suele hablarse de un exceso de diagnóstico que no siempre está acompañado de propuestas superadoras y realmente aplicables”. Sería inútil una medicina que se limitara a narrar minuciosamente los síntomas de una enfermedad.
Respecto al tema que nos ocupa, la anamnesis está bien hecha y, por consiguiente, tenemos bien establecidos no solo el diagnóstico y el pronóstico; también la terapéutica. Desde hace años. Solo que nos falta valor para ponernos manos a la obra, porque la curación exige un cambio radical de hábitos de vida.
Y, si eso ya es duro, porque las personas somos reacias a la conversión, la cosa se complica cuando uno cae en la cuenta que vivimos un hedonismo de la cantidad y que dicho estilo de vida lubrica la maquinaria capitalista. Además, en nuestras sociedades “la ética suele ser mirada con cierto desprecio burlón”. Cuando lo cierto es que tanto la crisis económica como la crisis ecológica nos obligan al cambio del modelo moral que subyace al actual estado de cosas: del tener al ser, de la avidez y avaricia a la austeridad y el compartir, de la indiferencia al compromiso, de la competitividad a la cooperación y la solidaridad.
Ojalá en esta Cuaresma los predicadores y confesores, con lenguaje claro y asequible, nos interpelen con estas cuestiones y nos ayuden a pedir perdón de nuestros pecados verdes y a sacar consecuencias prácticas para implicarnos con ilusión y creatividad vigorosos en la construcción de un mundo sostenible, respetuoso con la Naturaleza y verdaderamente equitativo (en el presente y respecto a las generaciones futuras).
Y es que la pastoral medioambiental no es un esnobismo, sino una necesidad, que se enraiza en la más genuina tradición bíblica, tal y como han entendido los episcopados latinoamericanos. Y un ingrediente más de la nueva evangelización.
En el nº 2.888 de Vida Nueva.
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