EDITORIAL VIDA NUEVA | Europa, la vieja, tiene un problema antañón en sus fronteras y otro no menos antiguo de autosatisfacción. La UE, organización supranacional tendente a la perfección, presume de ser un territorio libre de miedos para el hombre.
Sin embargo y sin ir más lejos de Ceuta, las devoluciones en caliente de migrantes a regímenes totalitarios y vengativos vulneran flagrantemente los derechos humanos. La anteposición, asimismo, de las legislaciones estatales al derecho internacional supone poco menos que un absurdo jurídico y suspende las garantías de igualdad ante la ley.
Ante semejante crisis, el Servicio Jesuita a Migrantes pide a los pueblos de Europa que tomen nota sobre quiénes de entre sus presentantes apuestan por la dignidad humana por encima de barreras geográficas.
Sin igualdad no hay libertad ni justicia y se rompe la entelequia europea, erigida sobre valores comunes por encima de intereses locales.
En el nº 2.891 de Vida Nueva.
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