Sobre encuentros restaurativos entre víctimas y ex miembros de ETA
Obra de varios autores coordinada por Esther Pascual Rodríguez (Sal Terrae, 2013). La recensión es de José Ignacio Calleja.
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Título: Los ojos del otro
Autor: Esther Pascual Rodríguez (coord.)
Editorial: Sal Terrae, 2013
Ciudad: Santander
Páginas: 324
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JOSÉ IGNACIO CALLEJA | Este libro cuenta una experiencia singular, hasta ahora, en lo que debería ser la superación completa de la violencia política –terrorismo– en la vida social y moral del País Vasco.
Esta es la noticia de su pretensión: “El objeto de este trabajo es describir, analizar y reflexionar sobre el método que hemos utilizado para llevar a cabo esta experiencia [contra el dolor y el sufrimiento]… para poner Un peldaño en una construcción sólida de la paz, desde la superación de las heridas personales más profundas…; [a tal fin] hemos utilizado un instrumento internacionalmente contrastado de justicia restaurativa en el ámbito penal: el encuentro restaurativo” (pp. 16-17).
Imagino al lector preocupado por si este diálogo no tiene unos requisitos. Sí, está condicionado a la renuncia absoluta a la violencia por el victimario; no le supondrá ventajas penales o penitenciaras sobrevenidas, arrancará desde la más absoluta libertad y avanzará con una conciencia de sinceridad y verdad extremas.
Por tanto, no sustituye a lo que conocemos como justicia punitiva, sino que explora el territorio de la comunicación en profundidad entre la víctima y el victimario, para trascender lo que puede lograr la cárcel en cuanto tal, y recuperar lo que hay de común humanidad en los dos, víctima y victimario.
Cuando ambos vean lo que pasó con los ojos del otro, el victimario podrá sentir todo el dolor de lo que entonces hizo y aliviarse en la confesión; y la víctima podrá conocer todo lo que le ha carcomido en ese tiempo y aligerar su pena y, acaso, su odio; la verdad compartida en ese diálogo de víctima y victimario no es equivalente o equidistante, sino aceptación de que el otro siempre es humano, y así, capaz de rehacerse y, tal vez, hasta de pedir perdón, uno, y perdonar, el otro.
El libro está compuesto de nueve capítulos que desentrañan otras tantas perspectivas, un epílogo y un anexo:
- El concepto de la justicia restaurativa (Alberto J. Olalde).
- Los aspectos psicológicos de los sujetos del proceso restaurativo (Francisca Lozano).
- Las entrevistas preparatorias con los partícipes del proceso (Esther Pascual, coordinadora del libro y del equipo).
- Las actitudes fundamentales que han permitido y facilitado desarrollar los encuentros (José Luis Segovia).
- El encuentro entre víctima y victimario (Julián C. Ríos).
- La personalidad y el papel de los mediadores/facilitadores de esos encuentros (Eduardo Santos).
- La dificultades que plantean las instituciones públicas y cómo salvarlas (José Castilla).
- La vivencia personal de un ex miembro de ETA tras su encuentro restaurativo (Luis Mª Carrasco).
- La recuperación del victimario y la justicia restaurativa, a partir de un taller en 2011, dentro de la cárcel de Nanclares (Álava) –la que precedió a la cercana de Zaballa y da nombre al camino bautizado como Vía Nanclares para los presos de ETA–, en paralelo a los catorce encuentros restaurativos de que hablamos (Xabier Etxeberria).
- Un breve epílogo de dos cargos políticos fundamentales para el impulso de la experiencia (Txema Urkijo y Mercedes Gallizo).
- Un anexo normativo completa la obra.
Cambio y perdón
Todos los testimonios convergen en que no es necesario renunciar a las convicciones morales más decisivas de la persona para esperar, aunque resulte difícil de creer, que un criminal pueda cambiar a fondo –y ser agente de verdad y de justicia–; o para confiar en que las víctimas quieran hablar con los que les hirieron radicalmente, hasta creer en su cambio personal y quizás acoger su solicitud de perdón (p. 309).
Más aún, lo que ha querido mostrar este libro es que estamos ante un hecho constatable en el ámbito de la justicia penal, y que hemos de darle cauce social efectivo en la salida del terrorismo; y esto para reconciliarnos con el ser humano en cada uno de nosotros y en los otros, y para reconciliarnos como sociedad política. La razón: “Lo individual y lo social recorren direcciones aparentemente distintas, pero convergentes: lo individual tiene que ver con la reparación y sanación de personas dañadas; y lo social, con la reconstrucción de la sociedad más justa y segura… La reconciliación es el cierre ideal de un itinerario restaurativo que asegura una convivencia… sin cierres en falso” (pp. 224-225).
Me resulta difícil terminar esta recensión diciendo sin más que el libro merece la pena ser leído. Bien escrito y muy valioso en cada capítulo, ha de interesar mucho más que por su efecto político en el final de ETA, por cómo desnuda el fracaso de la sola justicia punitiva –en cuanto al delito en general–, y por la confianza que de todos reclama –apelo al mundo cristiano en particular– en la fuerza sanadora y política de la justicia restaurativa y el perdón.
No callaré que en algunos círculos del País Vasco se considera este camino poco ajustado al carácter político que ha tenido el terrorismo de ETA y sus víctimas. Es decir, que la justicia restaurativa aplicada al terrorismo cura a las personas –apuntan–, pero acalla el efecto político que la barbarie ha producido en la cultura moral de un pueblo.
Una cuestión apasionante, que acompaña a otra más reconocible en el pasado: no puede haber precio político por el final del terrorismo; tampoco, precio moral, se añade ahora. No hay duda de que los autores del presente libro son conscientes de esa crítica y nunca cuentan su experiencia ignorando la condición social de la paz. Merece la pena conocer su trabajo restaurativo e incorporarlo in crescendo a nuestra paz política, social y moral.
Yo así lo creo.
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