Siempre hubo predicadores que confundían más que edificaban
JUAN RUBIO, director de Vida Nueva | El padre Isla inmortalizó a los clérigos que confundían a los fieles con sermones que nadie entendía y poco edificaban.
Y lo hizo con su Fray Gerundio de Campazas [ver obra], alias Zotes, en la segunda mitad del siglo XVIII. El estrambótico predicador había aprendido el arte de la retórica de los “scabatinos”, curas que, bien por edad o por sus escasas facultades, solo podían predicar los días de escasa concurrencia. Confundían más que edificaban, con frases de mal gusto, rebuscadas y sin sentido.
Ya antes, a comienzos del XVII, otro personaje real, que no de ficción, zarandeaba desde el púlpito a todo el que se movía en la Villa y Corte. Era Félix Paravicino [ver sus obras en la BNE], retratado por El Greco en un cuadro, prototipo de retrato psicológico.
No dejaba títere con cabeza, ensañándose con escritores adversos, especialmente con Calderón de la Barca. Usó y abusó del sermón con alusiones, hipérbatos y antítesis que solo entendía la élite verbalmente zarandeada. El mismo Rey tuvo que intervenir.
Y el pueblo, mientras tanto, con el Credo y el Padrenuestro; sabiendo poco más. No es malo repasar la Historia y aprender de sus lecciones. Y en esto de la predicación… queda mucha tela que cortar.
En el nº 2.894 de Vida Nueva
- CRÓNICA DEL DIRECTOR: La preocupante “patente de corso” en las homilías, por Juan Rubio