No habrá reforma sin afrontar la colegialidad

No habrá reforma sin afrontar la colegialidad

El Día del Papa trae a colación la redefinición pendiente de la figura del Sumo Pontífice

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JUAN RUBIO. FOTOS: CNS. | La celebración del Día del Papa, coincidiendo el próximo domingo con la fiesta de los apóstoles Pedro y Pablo, ofrece la ocasión para abordar el punto básico y trasversal de la reforma de la Iglesia emprendida por Francisco.

Se trata de una redefinición de la figura del sucesor de Pedro dentro de una eclesiología atravesada por la colegialidad y la sinodalidad. Fue lo que los cardenales, durante las Congregaciones Generales previas al Cónclave, pidieron al que resultara elegido sucesor de Ratzinger.

Era el momento adecuado tras unos años de fuerte zozobra en la institución. Elegido Bergoglio, ya lo dejó claro desde el comienzo, al presentarse como “obispo de Roma”. Era el enunciado de un reto solicitado y asumido. Y desde entonces no ha cesado de repetirlo: El ministerio petrino tiene hoy sentido desde la colegialidad y en un ritmo de Iglesia sinodal.

Así lo quiso el Vaticano II y hora es de replantearlo. Recomiendo sobre este tema el artículo que aparecerá en breve en el número próximo de la revista italiana Il Regno, escrito por el teólogo dominico francés Hervé Legrand con el título Primato e collegialitá per la comunione delle Chiese. No tiene desperdicio por su lucidez y claridad. Estará en la mesa de cardenales que estudian estos días la reforma.

El Vaticano I abrochó el papel del Romano Pontífice, atándolo con el dogma de la infalibilidad y destacando el papel del Papa como “cabeza” y vértice de una Iglesia piramidal. Fue una eclesiología ampliamente superada en el Vaticano II. Esto ya se sabe. Lo difícil es bajar a la arena y ponerlo en práctica, siguiendo la Lumen Gentium.

No son las Iglesias locales satrapías romanas ni sucursales del Vaticano. La revisión del concepto de Iglesia local, en comunión con Roma en una viva colegialidad, desde la que se ha de entender la fidelidad y la comunión, está en la base de la reforma emprendida por Francisco. El resto de reformas urgentes e importantes no tendrían consistencia sin esta. Y no es necesario un concilio. Tan solo volver al Vaticano II.

Decía el Papa al CELAM, en Río de Janeiro, en julio de 2013 [ver discurso íntegro]:

Me pregunto si es habitual el discernimiento pastoral junto a los consejos de pastoral. Me pregunto si estos consejos, parroquiales diocesanos, o de asuntos económicos son espacios para la participación laical en la consulta de la organización y planificación pastoral. Es determinante el buen funcionamiento de estos consejos. En esto vamos muy lentos.

Una lentitud desesperante, y que desanima a muchos laicos, religiosos y sacerdotes que, teniendo clara la doctrina y oyéndola en boca de sus obispos, cuando contemplan la realidad, se encuentran ante un muro infranqueable, tras el que se esconde una manera de concebir la Iglesia desde la pirámide, a la que la colegialidad le suena a música celestial.

Se trata de un servicio que no solo afecta al Papa, sino a toda la estructura de los organismos que lo acompañan. El golpe sobre la mesa lo veremos en temas que afecten al ejercicio del poder, al discernimiento en la elección de obispos y a las estructuras laicales.

Esperemos que el miedo no haga, de nuevo, hacer que volvamos a los cuarteles de invierno.

  • A RAS DE SUELO: Los ‘pejigueras’ y la verdad en Julián Marías , por Juan Rubio [abierto]

En el nº 2.900 de Vida Nueva

 

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