FERNANDO SEBASTIÁN | Cardenal arzobispo emérito
“En nuestra historia reciente, junto a grandes logros, tenemos también grandes errores. Yo denuncio aquí tres grandes errores…”.
En nuestra historia reciente, junto a grandes logros, tenemos también grandes errores. Yo denuncio aquí tres grandes errores que nos están haciendo mucho daño.
1. Las actitudes excluyentes. Ha vuelto a nuestra vida social la intolerancia, la pretensión de eliminar al otro. “Nada con la derecha”. De esa manera se condena al exilio a la mitad de los españoles. Eso es maniqueísmo, intolerancia, injusticia. Los nacionalismos son también hijos de esta actitud excluyente. Los otros nos estorban. Mejor solos. Esta lógica es del todo destructiva.
2. El segundo gran error es la antinatalidad. No queremos hijos. De ser un don y una alegría, los hijos han pasado a ser una carga y un estorbo. Estamos en la civilización del egoísmo y del nihilismo. La sociedad envejece, se debilita. Otros vendrán y se harán dueños del país. Los dirigentes no quieren enterarse.
3. El tercer error es el laicismo excluyente. La fe y la religión son algo esencialmente libre. Pero la fe cristiana es parte esencial de nuestra historia y sigue siendo, al menos, una realidad humana respetable y positiva. Se puede ser más o menos católico. Pero querer eliminar la religión de la vida social como está ocurriendo en España es una agresión cultural y moral de primera categoría. El pueblo se queda sin historia, sin referentes, sin criterios morales. Los gobiernos, las universidades, los medios de comunicación deberían repensar este tema con calma.
La izquierda ha puesto su identidad en estas negaciones que la conducen al nihilismo. La derecha no se quiere enterar por miedo a ser ella misma. El resultado es una decadencia moral inevitable.
Los cristianos, estemos donde estemos, deberíamos luchar contra estos factores de decadencia. Contra la exclusión, consensos y unidad; contra la antinatalidad, matrimonio y familia; contra el laicismo excluyente, respeto, libertad y piedad verdadera.
En el nº 2.905 de Vida Nueva