GINÉS GARCÍA BELTRÁN | Obispo de Guadix-Baza
“El lenguaje de la cercanía lo entienden todos; como entienden la presencia, aunque no vaya acompañada de la palabra…”.
No es un juego de palabras, no. Han sido muchos los momentos y circunstancias en las que nos hemos preguntado, qué tenemos que hacer, qué podemos hacer. Incluso uno de los sentimientos que más nos pueden atormentar es pensar que no hemos hecho nada, que todo el tiempo invertido y las ilusiones puestas no han dado los frutos esperados. El hacer es bueno, pero también se puede convertir en un ídolo.
El mejor modo de hacer es estar. La presencia, la cercanía es ya un modo de hacer, es un modo de ser haciendo. El lenguaje de la cercanía lo entienden todos; como entienden la presencia, aunque no vaya acompañada de la palabra. La cercanía del otro nos dignifica, nos hace importantes, y hasta nos cura. Una palabra, un apretón de manos, una llamada, un gesto de ternura, una caricia, un rato de escucha son presencia, son lo mejor del hacer.
Un padre o una madre lo son estando con sus hijos, y lo mismo podemos decir de los esposos. La presencia de los esposo o de los padres es insustituible. Un cura hace estando con su pueblo; y unas religiosas siendo signos de presencia en medio de la Iglesia y del mundo.
He de confesar que me preocupa lo que parece un replegarse, una vuelta a los campamentos de invierno, con la excusas de falta de personal, de envejecimiento, etc. Lo dice el papa Francisco, no enterremos el Evangelio con excusas. La fe es una llamada para siempre, con todo lo que somos y lo que tenemos.
Esta reflexión nace de una conversación muy jugosa de los pasados días con dos sacerdotes jóvenes que trabajan en China. A ellos también les preocupaba lo que debían hacer, hasta que han descubierto que la presencia es ya un camino pastoral, el mejor y más importante.
Es, en definitiva, lo que hizo Dios, nuestro Señor, al enviar a su Hijo al mundo. Es el misterio de la encarnación en el que se sustenta nuestra fe.
En el nº 2.907 de Vida Nueva
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