JOSÉ LORENZO | Redactor jefe de Vida Nueva
“Con este proceder poco fraterno, a quien se busca desacreditar es a Francisco, un papa que cojea en teología, como humildemente reconoce…”
“Así como las abuelas, que cuando remiendan lo hacen con tanta delicadeza, así debe ser la corrección fraterna. Si no eres capaz de hacerla con amor, con caridad, en la verdad y con humildad, harás una ofensa, una habladuría más que hiere”. El día que Francisco pronunció estas palabras en una de sus misas en Santa Marta parece que no se encontraban en los primeros bancos los cardenales Müller, De Paolis, Burke, Caffara y Brandmüller. O, simplemente, es que estos purpurados no querrían hacerle ninguna corrección fraterna a su hermano el cardenal Kasper, sino, directamente enmendarle la plana en el libro a diez manos en donde rechazan la posibilidad de la comunión para los divorciados vueltos a casar.
No es que Kasper, ese cardenal que hace teología de rodillas, según Francisco, plantee tesis revolucionarias; tan solo, y por indicación del Papa, en el consistorio de febrero, planteó preguntas y consideraciones al respecto. Se trata, sin duda, de un tema a debatir en el inminente Sínodo sobre la familia, una cuestión –ni siquiera la más importante– que también salió a relucir en los cuestionarios que recabaron algunas conferencias episcopales de cara a los temas a abordar en la asamblea sinodal. Por eso llama la atención el cortafuegos que los cinco cardenales han levantado en tono al asunto, con una forma que dista de tener la delicadeza de las abuelas que cita Bergoglio. Al menos, a Kasper, cuyo libro La misericordia (Sal Terrae) fue ensalzado por el Papa en su primer ángelus, no se lo tomó como una caricia, sino que mostró su tristeza por haberse enterado por los periodistas, que sí tenían el libro que a él nadie le había enviado. Pero sabe que con este proceder poco fraterno, a quien se busca desacreditar es a Francisco, un papa que cojea en teología, como humildemente reconoce, pero para quien la misericordia es piedra angular, capaz de casar en San Pedro, nada menos, a parejas que a ojos de algunos vivían en pecado, y de cuyo no merecerían salir.
El de Kasper es un caso claro de la Iglesia accidentada que pide Francisco, aunque nadie se esperaba que la pedrada viniera desde tan arriba. Salir de los palacios y las sacristías se ha puesto muy peligroso, incluso para algunas eminencias reverendísimas. Cuesta imaginar que esto sucediese con los dos anteriores pontífices, pero ya se sabe que ninguna primavera se ha librado del pedrisco.
En el nº 2.910 de Vida Nueva
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