CARLOS AMIGO VALLEJO | Cardenal arzobispo emérito de Sevilla
“Hombres y mujeres que, llenos de fe en Jesucristo, tratan de compartir aquello que de más valioso tienen…”
Más claro, imposible: “La actividad misionera representa el mayor desafío para la Iglesia”. Así lo dice, sin reparo ni glosa alguna, el papa Francisco. Si de Dios se ha recibido la fe, a todos los hijos de Dios ha de llegar el mensaje.
Nada se quiere imponer, pero hay una urgencia de caridad, de amor al prójimo, de ofrecer aquello que se tiene de bueno y de justo y que llena de luz la razón del origen y destino final de la persona, de sentir el compromiso por la justicia y la paz y caminar en una esperanza sin desánimos. Mensaje y actitudes tan admirables no pueden guardarse con mezquindad egoísta y perezosa, sino anunciarlos, en obras y en palabras, no solo a cuantos se encuentren en el camino, sino que hay que salir a las periferias geográficas y existenciales ofreciendo a todos, sin distinción, lo que de Dios se ha recibido. Huyendo, naturalmente, de cualquier forma de injusto proselitismo.
El cristiano ha de ser fiel y leal a sus compromisos, lo cual no excluye el diálogo con aquellos que piensan de modo diferente, sino que lo exige. Pues lo que vive el creyente no es solamente suyo, sino que con los demás se ha de compartir. Lo diverso no solamente no es motivo para la desunión, sino que ayuda en el camino del encuentro y del empeño por llevar a cabo tareas en beneficio del bien común.
La actualidad de la acción misionera de la Iglesia es incuestionable. Actitudes y disposiciones más que vigentes en nuestras comunidades cristianas, que no viven de nostalgia del pasado, ni sienten miedos y apocamientos acerca del futuro. La acción misionera está muy presente y activa en la vida de la Iglesia.
El auténtico misionero no sabe de pesimismos y desánimos. Así lo estamos viendo en los innumerables ejemplos de generosa entrega sin limitación alguna. Hasta dar la propia vida. Que no es una declaración de intenciones, sino algo que podemos comprobar a diario en ese testimonio increíblemente admirable de hombres y mujeres que, llenos de la fe en Jesucristo y enviados por la Iglesia, tratan de compartir y ofrecer aquello que de más valioso tienen. Los más atendidos y privilegiados serán los más pobres.
Las Obras Misionales Pontificias (OMP), que son como el alma que cuida y anima a diario la acción misionera de la Iglesia, ponen especial empeño en la celebración del DOMUND, difundiendo el mensaje que cada año prepara el Papa resaltando la ineludible responsabilidad del cristiano con el anuncio y el ofrecimiento de la fe.
El mayor desafío, dice Francisco, es que la fe se fortalece dándola. Y los grandes problemas de nuestro tiempo son los que provienen de la indiferencia, el relativismo, la increencia… El reto no provoca miedo ni desgana en la respuesta, sino la urgencia de salir al mundo y anunciar una buena noticia más que posible: el Dios de nuestro Señor Jesucristo nos ha enviado a vosotros. Lo que tenemos, os damos.
En el nº 2.913 de Vida Nueva
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