GINÉS GARCÍA BELTRÁN | Obispo de Guadix-Baza
“¿Qué haremos con tantos temas, tantas cuestiones abiertas que parecen dejar al borde de un precipicio la doctrina católica sobre el matrimonio y la familia…?”.
Nadie puede poner en duda que el Sínodo que ahora ha terminado, dedicado a Los desafíos de la familia en el contexto de la evangelización, ha sido uno de los más mediáticos de su ya casi cincuenta años de historia. El tema y el ambiente que se ha vivido en la asamblea episcopal han concitado el interés de la Iglesia y de toda la opinión pública, creyentes y no creyentes.
Pero hay mucha gente de buena voluntad que se pregunta: ¿y después del Sínodo? ¿Qué haremos con tantos temas, tantas cuestiones abiertas que parecen dejar al borde de un precipicio la doctrina católica sobre el matrimonio y la familia? Pues tenemos un año, hasta la próxima asamblea en octubre de 2015, para madurar en un ambiente de discernimiento, delante del Señor, lo que este año han tratado en Roma, y que recoge la Relación final, verdadero instrumento de trabajo para la Iglesias particulares.
Está claro que el Sínodo ha querido poner sobre la mesa todos los temas referidos al matrimonio y la familia que preocupan al hombre de hoy. No se ha querido aparcar ningún tema, por espinoso que sea.
Y creo que es un deber de la Iglesia, con las verdades de la fe, responder a los grandes interrogantes de los hombres de cada tiempo. Esto no supone que los principios de la cultura dominante sean todos buenos y de acuerdo con el Evangelio; todo lo contrario. Pero me pregunto, ¿de qué serviría la enseñanza de la Iglesia si no respondiera a los interrogantes que el hombre lleva en lo más profundo de su corazón? La respuesta que encontramos en el misterio de Cristo, y que la Iglesia anuncia, será el único camino de una auténtica conversión y de una vida según Cristo.
Los desafíos son para asumirlos, y sabemos que el Evangelio es respuesta y sentido para llenar el corazón humano.
En el nº 2.915 de Vida Nueva
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