Diego Tolsada reseña la obra de Santiago Arzubialde, SJ Humanidad de Cristo, lógica del amor y Trinidad (Sal Terrae, 2014)
Título: Humanidad de Cristo, lógica del amor y Trinidad
Autor: Santiago Arzubialde, SJ
Editorial: Sal Terrae, 2014
Ciudad: Santander
Páginas: 372
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DIEGO TOLSADA| Hace más de seis décadas, Hans Urs von Balthasar denunció el hiato que, sobre todo a partir del siglo XIX, se abrió entre la espiritualidad (o teología ascético-mística) y la teología dogmática, al desestabilizarse el equilibrio entre la lógica de la revelación y el elemento subjetivo, produciéndose así una escisión fatal entre una dogmática disociada del sujeto y un sujeto psicológico contrapuesto a esa dogmática. Santiago Arzubialde apunta a otra disociación entre la espiritualidad y el dogma: la relación personal con la humanidad de Cristo ha “olvidado” la experiencia del misterio trinitario que habita en Cristo. Resuenan aquí los ecos de la sospecha que había formulado en su momento Karl Rahner: si eliminásemos la doctrina de la Trinidad, gran parte de la literatura religiosa quedaría inalterada.
Este proyecto se va desgranando a lo largo de cuatro capítulos. En el primero se aborda la implicación de la Infinitud en la creación y en la trama humana. Ello obliga a tener en cuenta modelos ontológicos y científicos sobre el ser y el devenir, y su aplicación teológica no solo a la criatura, sino a Dios mismo, sin eludir el reto que supone la existencia del mal. La comunión divina no se presenta como un proceso de autolimitación (como parecen implicar ciertas teologías hegelianas), sino en la realización personal por medio de la donación en comunión, viviendo la identidad personal como plenitud sobreabundante.
El segundo capítulo se consagra a la teología mística de la cruz. En la muerte de Jesús se observa un doble movimiento descendente y ascendente: Dios manifiesta su amor y Jesús, representante de la humanidad, se ofrece al Padre. Desde la lógica del amor, la Divinidad asume libremente el drama humano del sufrimiento hasta el extremo de la cruz. Dios no elige arbitrariamente la cruz, sino que la redención no pudo hacerse de otra manera, dada la presencia del pecado en el hombre. Pero en el amor que se expropia de sí se revela el amor trinitario.
El tercer capítulo subraya la manifestación del Dios trino en la resurrección: el Padre, por el poder del Espíritu, despierta a su Hijo de entre los muertos. La resurrección revela definitivamente el misterio de Dios como amor y sentido de la vida humana. La resurrección de Jesús es la realización escatológica del reinado de Dios y la revelación definitiva del ser de Dios en cuanto Dios; pero también pone en evidencia que el origen eterno de la divinidad es el Padre, y su paternidad está caracterizada por la filiación de ese Hijo muerto y resucitado, cuyo don es el Espíritu.
Tres pasos
En el misterio pascual, Dios vuelve a definir históricamente su ser. Ello se hace reconocible en tres pasos: el éxodo de sí del Hijo que se entrega, la fidelidad del Padre que confirma con su poder esta entrega y el retorno de todo al Origen por el Espíritu. La Trinidad económica remite a la Trinidad inmanente, en la que descubrimos al Padre como Origen, al Hijo como receptividad y entrega y al Espíritu como el Amor que consuma la unión y dinamismo que, por medio del Hijo, hace que todo retorne de nuevo al Origen. Desde la metafísica de la Infinitud (y sus paradojas en su implicación con lo finito) se descubre que ser y amor coinciden.
La Trinidad, lejos de ser un enunciado abstracto, expresa la experiencia fundamental de cómo Dios se entrega al hombre y cómo el hombre se da de nuevo a sí mismo, al creer en Jesucristo. Ahí se encuentra, justamente, la raíz y el dinamismo de la espiritualidad.
En el nº 2.915 de Vida Nueva