J. LORENZO. FOTOS: SERGIO CUESTA | Somos o debemos ser Vida Religiosa en salida, en estado permanente de misión. Por ello y para ello nos hemos asomado a otras orillas. Necesitábamos hacerlo. Como necesitamos aprender a mirar ‘desde abajo’, a caminar desde y con los que están reclamando la atención de Dios en aquellos lugares que no cuentan, descartados por los poderes o la sinrazón de este mundo”. Con esta palabras de su presidente, se clausuraba el día 13 la XXI Asamblea General de CONFER, en un ambiente de alegría y satisfacción, tanto por la organización, las ponencias, el clima “cordial y fraterno” vivido con los obispos que asistieron a sus tres jornadas, como, sobre todo, “por la ilusión por hacer algo nuevo, hacia las periferias, hacia las otras orillas”, según reconoce a Vida Nueva Luis Ángel de las Heras.
También quiso tener un gesto especial el vicepresidente de la CEE y nuevo arzobispo de Madrid. En un encuentro con miembros de CONFER Regional Centro, Carlos Osoro les recordó que la Vida Consagrada es un regalo para la Iglesia, y muy especialmente para la de Madrid, en donde está presente en las periferias existenciales y geográficas, y es referente con su testimonio.
“Desde ahí nos urgió a seguir construyendo con ilusión en esta Iglesia diocesana. Y, con una cercanía y cordialidad que cautivaron a todos, se puso a disposición de los miembros de la Vida Consagrada en Madrid. El encuentro supuso una bocanada de aire fresco y un empuje para recuperar sueños y esperanza”, informa IVICON.
La Eucaristía de clausura fue presidida por el Secretario de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica (CIVCSVA), el franciscano José Rodríguez Carballo, quien previamente, en una ponencia titulada “La Vida Consagrada en salida hacia las fronteras”, animó a los religiosos a “ponerse en camino con dinamismo misionero para habitar en las fronteras”. Pero no basta estar –advirtió–, “sino que hay que ver qué estilo de vida y actitudes deben ser las nuestras como consagrados”, pues “nuestra presencia no puede ser neutra”.
En el nº 2.918 de Vida Nueva