Los imitadores de Francisco


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José Lorenzo, redactor jefe de Vida NuevaJOSÉ LORENZO | Redactor jefe de Vida Nueva

“Ya no se cree que aquellos gestos fuesen de cara a la galería y sí que su voluntad es la de acercarse a los más sencillos…”

 

Marzo de 2013. Un Papa baja la cabeza para recibir la bendición de los fieles, de los miles que le siguen en la lluviosa tarde romana y de los millones que, creyentes o no, le escrutan desde los lugares más recónditos del planeta. El gesto, en muchos, produce una sacudida interior; en otros, rasga el velo de la acostumbrada indiferencia ante aquella pintoresca parafernalia… Solo cabía esperar y ver si semejante declaración de principios era o no el principio de un idilio.

Veinte meses después, la relación parece que va en serio. Lo que empezó denominándose “efecto Francisco” se traduce ahora en “un amplio apoyo en gran parte del mundo”, según el Pew Research Forum. Una encuesta de esta reputada institución norteamericana apunta que un promedio del 60% en 43 países tiene una opinión favorable de este Papa, frente a un 11% que lo ven desfavorablemente y el 28% que no dan valoraciones. Con arrojar unos muy datos positivos, lo más llamativo está en la descreída Europa, donde Bergoglio obtiene el respaldo favorable ¡del 84% de la población!

Ya no se cree que aquellos gestos fuesen de cara a la galería y sí que su voluntad es la de acercarse a los más sencillos; que no quiere caras largas, aduanas ni colas de obispos en aeropuertos para ver despegar sus carreras, sino que estén acompañando a la gente, sosteniéndola, abriendo puertas y reformando curias, dando la palabra a todos, aunque algunos se la tiren a la cara…

Quizás no hay más bautizos, bodas o vocaciones, pero la estima de la Iglesia está creciendo. Y lo hace más por atracción que por proselitismo. Seguro que Pablo Iglesias no se cayó del caballo en Estrasburgo, pero ha descubierto una Iglesia más conectada con el espíritu evangélico, el gran mérito de este pontífice y el gran bien a preservar. Francisco no inventa nada; lo está recordando. No hay novedad; tan solo la alegría por la magnífica heredad y el vigor que da el ansia por compartirla. Por eso es tan importante que quienes, como antes hicieron con la dictadura del relativismo, no manoseen ahora demasiado las periferias, los descartes, la mundanidad o la autorreferencialidad para imitar a Francisco si no han limpiado sus casas primero, las han abierto a todos y repartido sus capas partidas. No olviden tampoco aplacar la curiosidad malsana de la mano izquierda si quieren mantener intacto el atractivo y la coherencia de la novedad que renace en estos días.

En el nº 2.922 de Vida Nueva

 

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