MARÍA PÉREZ | El próximo domingo 18 de enero se celebrará en todo el mundo la Jornada del Emigrante y el Refugiado. Una fecha que lleva un siglo visibilizando una realidad que afecta a todos los países, y en la que el papa Francisco ha querido alzar su voz recordando que “no son esclavos, sino hermanos”. Los obispos españoles se han sumado a esta jornada haciendo un llamamiento a “practicar y difundir la cultura del encuentro, la reconciliación y la solidaridad”.
Una Iglesia sin fronteras, madre de todos es el título bajo el que se desarrollará esta Jornada Mundial del Emigrante y el Refugiado en España. Una campaña que busca volver a la “actitud primera de Jesucristo, a su preferencia por los más vulnerables”, en palabras de Ciriaco Benavente, obispo de Albacete y presidente de la Comisión Episcopal de Migraciones.
“La Iglesia debe ser heredera del mensaje de Jesús, escuchando el eco de los que sufren y acogiéndolos”. La española en mayor medida si cabe, por ser puente entre África y Europa.
“Actualmente ha cambiado el perfil del emigrante que llega España”, según el delegado de Migraciones de Cádiz y Ceuta, Gabriel Delgado. “Más que el emigrante en busca de trabajo, que por supuesto sigue existiendo debido a las diferencias económicas entre Norte y Sur, lo que más llega a nuestras costas es el emigrante que solicita protección internacional, huyendo de una situación grave que le hace salir de su país para buscar el cobijo de una Europa democrática”.
En este sentido, el jesuita José Luis Pinilla, director de la Comisión de Migraciones de la Conferencia Episcopal, ha pedido al Gobierno “que se amplíe el cupo de refugiados que España puede ofrecer”: “Mientras que las solicitudes son numerosísimas, el número de personas refugiadas que el Estado español puede acoger es muy bajo”, ocupando además nuestro país “el quinto lugar en los países con mayor entrada de inmigrantes ilegales”.
Siguiendo la invitación del papa Francisco a “unir esfuerzos saliendo del amor, querer e interés propio”, la Conferencia Episcopal Española ha realizado una propuesta de actuación concreta en el ámbito de la inmigración, que ha hecho extensiva no solo a las instituciones eclesiales, sino al conjunto de la sociedad española:
Pero ningún punto de este decálogo tendría sentido sin una necesaria mirada autocrítica hacia dentro. Los obispos españoles han pedido abandonar “la desconfianza y el rechazo que suscita en las propias comunidades eclesiales” la llegada de inmigrantes, incluso antes de conocer sus circunstancias de persecución o miseria.
“Hay que ponerse dentro de la piel del otro para entender qué esperanzas y deseos le mueven a dejar su tierra, su familia, los lugares conocidos; de qué situaciones busca escapar. ¿Quién de nosotros no buscaría escapar del hambre, de la persecución o de la guerra, cuando no de la muerte?”.
En el nº 2.924 de Vida Nueva
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