Un libro de Timothy Michael Law (Sígueme, 2014). La recensión es de Juan Fco. Sampedro de la Torre
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Título: Cuando Dios habló en griego. La Septuaginta y la formación de la Biblia cristiana
Autor: Timothy Michael Law
Editorial: Sígueme, 2014
Ciudad: Salamanca
Páginas: 256
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RAFAEL AGUIRRE | Cada vez está más claro que la traducción griega del Antiguo Testamento, la llamada Septuaginta, tiene una gran importancia por varias razones: fue la que utilizaron los autores del Nuevo Testamento y los primeros cristianos; está en la base de la primitiva teología cristiana que se fraguó en los primeros concilios; nos abre nuevas perspectivas sobre los textos bíblicos más antiguos. El descubrimiento de los manuscritos del mar Muerto dio un gran impulso a los estudios de la Septuaginta.
Muchos de los textos bíblicos allí descubiertos se distanciaban del texto hebreo comúnmente aceptado, que proviene del código de Leningrado del siglo X, y en no pocas ocasiones tenían concomitancias estrechas con el hebreo subyacente a la Septuaginta. Es decir, se vio que con frecuencia la Septuaginta está traduciendo un texto más antiguo al hebreo que usaron los masoretas medievales; ciertamente, los traductores al griego, a veces, introdujeron sus propias interpretaciones. Se pone de manifiesto la enorme variedad existente en las escrituras hebreas durante muchos siglos.
La traducción al griego de la Biblia fue una tarea de incalculables consecuencias. La ilustración judía en Alejandría, en contacto con el helenismo, quería que sus textos circulasen en la lengua culta del tiempo. Según la Carta de Aristeas (s. III), el rey egipcio Tolomeo, a instancias del bibliotecario Demetrio, pidió al sumo sacerdote de Jerusalén que le enviase unos sabios capaces de traducir al griego los libros sagrados de los judíos. Le fueron enviados 72 traductores que realizaron su tarea en 72 días. Esta historia ficticia, que solo pretendía fundamentar el valor de la Septuaginta, experimentó posteriores añadiduras legendarias para subrayar la inspiración divina de los traductores.
En un primer momento, se tradujo la Torá. Las Escrituras hebreas conocieron un crecimiento progresivo; y lo mismo sucedió con la traducción griega, que además incorporó textos griegos originales del judeohelenismo. Cuando posteriormente se hizo el canon de las Escrituras hebreas, estos textos griegos no entraron y fueron considerados apócrifos. En cambio, sí encontraron acogida en el canon cristiano, con la designación de deuterocanónicos.
Un dato muy importante, que resalta la obra que aquí presentamos, es que la primitiva Biblia cristiana no fue la hebrea, sino la Septuaginta. La inmensa mayoría de las citas del AT en el NT proceden de ella. Así sucede en los evangelios y en el Apocalipsis, epístola a los Hebreos y 1 Pedro, las obras que más cita el AT. Y es una constante entre los autores cristianos la afirmación expresa de que la traducción griega había sido inspirada.
Gran difusión
Por supuesto, los primeros Padres de la Iglesia usaban también la Septuaginta. Orígenes en las Hexapla puso en columnas paralelas el texto bíblico hebreo y cuatro versiones griegas, una de ellas la Septuaginta, que lograría una gran difusión gracias a Eusebio de Cesarea y al apoyo de Constantino. Los grandes códices bíblicos, realizados con el apoyo mencionado, el Vaticano y el Sinaítico, obviamente recogen el texto de la Septuaginta. Posteriormente, a partir de la Septuaginta se realizaron las traducciones al copto, armenio, georgiano, etíope, árabe, etc. Ya antes, en el siglo II, se había realizado la traducción al latín también a partir de la Septuaginta, la llamada ítala o Vetus Latina, que solo se conserva parcialmente. Por cierto que este antiquísimo texto latino, en ocasiones, dependía de un texto griego diferente al de la Septuaginta que hoy conocemos y en la actualidad es muy valorado porque parece retrotaerse a un texto más antiguo.
Con san Jerónimo (s. IV-V), movido por sus diálogos con los rabinos judíos, se dio lo que se llama una vuelta a la veritas hebraica. Jerónimo vivió muchos años en Belén dedicado a la tarea de traducir la Biblia al latín a partir de los textos hebreos. No le satisfacía la Vetus Latina, porque se había realizado a partir del griego. La Vulgata de Jerónimo encontró una gran aceptación dentro de la Iglesia no tanto porque se valorase la vuelta al hebreo, sino porque ofrecía un texto estable y completo de la Biblia en la que se había convertido en la lengua franca del momento. Sin embargo, san Agustín mantuvo contra Jerónimo el valor de la Vetus Latina, porque estaba hecha a partir de la Septuaginta, la Biblia cristiana. El Renacimiento y la Reforma fueron decisivos para que el texto hebreo se generalizase en la vida de la Iglesia y como base de los estudios exegéticos.
El libro de Timothy M. Law está muy documentado, es fundamentalmente de tipo histórico, pero abre la puerta a importantes cuestiones teológicas. Ha llegado a considerarse como el texto auténtico de la Biblia, lo que, en realidad, es una creación de estudiosos modernos a base de compaginar varios códices antiguos. Pero parece claro que no se puede hablar del texto original de la Biblia, porque desde el principio hubo una pluralidad de textos. ¿No habría que tener mucho más en cuenta la Septuaginta que fue la Biblia cristiana durante los primeros siglos? Hay diferencias de importancia entre la teología de la Septuaginta y la del texto hebreo medieval. Hay interpretaciones del Antiguo Testamento en el Nuevo solo posibles porque se apoyan en la versión griega de la Septuaginta. Por ejemplo, el famoso texto de Mt 1, 23 , hablando de la concepción de Jesús por María, se apoya en el texto griego, que lee “virgen”, mientras que el hebreo lee “doncella”. ¿Qué pensar de la tradición primitiva que siempre consideró inspirada a la Septuaginta? El libro que recensionamos pone de manifiesto el gran acierto de que la misma editorial esté realizando una magnífica traducción de la Septuaginta en castellano.
En el nº 2.926 de Vida Nueva