JOSÉ LUIS CELADA | Redactor de Vida Nueva
Hace algunos años, un fotógrafo holandés llamado Reinier Gerritsen decidió inmortalizar con su cámara la evolución en los hábitos lectores entre los pasajeros del metro de Nueva York.
Hoy, aquellas instantáneas han sido reunidas en una exposición titulada El último libro, donde se puede comprobar cómo los teléfonos inteligentes (smartphones) y los libros electrónicos (e-book) han ido desplazando del paisaje suburbano de la populosa ciudad estadounidense a los volúmenes de tapa dura o a las ediciones de bolsillo.
Los grandes clásicos de la literatura universal o las novedades que se asoman regularmente a los estantes y escaparates de las librerías seguirán estando ahí, en letra impresa. Sin embargo, cada vez son más los que han descubierto la comodidad de no llevar cada mañana bajo el brazo, en el bolso o en la mochila Crimen y castigo, Guerra y paz, Libertad…
Claro que si le preguntan a Gerritsen por las ventajas de un soporte sobre otro, no sabe bien qué responder. ¿Por qué elegir?, parece decirnos él, que ha captado con sorpresa a través de su objetivo el interés que despiertan libros tan alejados en todos los sentidos como la Biblia y Los Juegos del Hambre. Seguramente, porque lo importante es leer… y viajar. También con la imaginación. Aunque sea en metro.
En el nº 2.927 de Vida Nueva.