SOLEDAD SUÁREZ | Presidenta de Manos Unidas
Manos Unidas en la Campaña LVI-2015 propone el lema Luchamos contra la pobreza, ¿te apuntas?, que recoge el trabajo de la organización durante los últimos ocho años, en el marco de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM), ocho objetivos amparados por 189 países, para acabar con el hambre y la pobreza en el mundo.
Durante este año, pretendemos revisar qué logros hemos alcanzado y en qué aspectos necesitamos mejorar. Además, queremos contagiar nuestra sed de construir desarrollo, cada persona en su propio ambiente ¿Te apuntas a mirar y a caminar con nuestros hermanos más necesitados? ¿A asumir el reto de salir de las pobrezas del mundo desarrollado? ¿A recuperar el significado más profundo de la caridad y la solidaridad?
Es necesario que tengamos un mayor compromiso. Este año pedimos a las instituciones educativas que velen por una educación que incluya a todos y sea respetuosa con el desarrollo integral de cada persona; el compromiso de las instituciones públicas para que trabajen por el bien común; nos comprometemos a trabajar en red con otras organizaciones y a denunciar las causas que impiden el desarrollo de los más pobres, como la explotación laboral, el control de los recursos, la manipulación de los mercados y la especulación con los precios de los alimentos.
Para recorrer este camino durante el año, tenemos que prepararnos, hay que interiorizar y vivir el mensaje que damos; y para ello, desde hace más de 50 años, Manos Unidas invita a todas las personas a celebrar la Jornada de Ayuno Voluntario, que este año es el 6 de febrero.
Creemos que el ayuno es un gesto de cercanía y de solidaridad hacia nuestros hermanos más débiles, que no tienen lo necesario para sobrevivir cada día, ayunan involuntariamente de pan, de agua, de una casa, de un trabajo, de una educación, de una dignidad; en este día rezamos por nuestros hermanos más débiles y ayunamos voluntariamente con ellos. El ayuno y la oración en comunidad nos ayudan a creer que todo el mundo es nuestra familia, aunque sea un hermano mío que viva lejos, y que todos somos responsables de todos; sufrimos y padecemos con ellos y si mi hermano pasa hambre, me implico con él, pues todos somos hijos de Dios. Como dice monseñor Carlos Osoro, arzobispo de Madrid, “hemos de preguntarnos y responder adecuadamente a estas preguntas: ¿no son nuestros hermanos y hermanas? ¿Acaso sus hijos no vienen al mundo con las mismas esperanzas legítimas de felicidad que los demás? Nuestro Señor Jesucristo nos hace estar atentos a los demás, a todas las situaciones de pobreza en que se encuentran. Nos impulsa a decidirnos a eliminar las situaciones indignas de los hombres y nos da fuerza y ánimos para trabajar sin descanso en la civilización del amor”.
En el nº 2.927 de Vida Nueva
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