JESÚS SÁNCHEZ CAMACHO | Profesor CES Don Bosco
La cuesta de enero de 1965 se hace más llevadera para la máquina rotativa de un semanario que aborda sutiles cambios en su diseño, secciones y arriesgados contenidos. Vida Nueva será más Vida Nueva conforme vaya percibiendo la fragancia del Concilio. Y el Concilio será más Concilio conforme vayan aflorando sus textos.
Entretanto, los obispos españoles se plantean andar prudentes y con pies de plomo para la IV sesión conciliar. Observan que las novedades eclesiales son fragancia para algunos y hedor para otros. Sobre todo para el búnker. En su interior retumbará el estruendo de la comunicación pastoral del 8 de diciembre, en la que los obispos españoles firman llevar a feliz término las decisiones del Concilio.
En el nº 455 de Vida Nueva, Ángel Orbegozo, cofundador y gerente de PPC, y secretario de la Junta Nacional de la Prensa Católica, se anticipa a la firma de desapego con el nacionalcatolicismo: “Sin irnos del Concilio, a ver si abrimos camino hacia otras renuncias igualmente recomendadas a potestades no eclesiásticas en su relación con la Iglesia”.
Igual de audaz se muestra la redactora María Luisa Bouvard. En un reportaje sobre el hambre, denuncia la situación nacional, a través de “un informe de Cáritas [que] dice que unos tres millones de personas, el 10% de nuestra población, no consume calorías necesarias”. Al igual que los movimientos especializados de Acción Católica, Cáritas empieza a irritar al régimen.
Hoy Cáritas también sigue crispando. Hace menos de un año, la organización estorbó al ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, lanzando un informe que situaba a España como segundo país de la Unión Europea con el mayor índice de pobreza infantil. Cáritas no tuvo miedo a la revancha. Vida Nueva lo imprimía en el nº 2.889. Porque, tras dos milenios de experiencia, la Iglesia sabe que solo ha de estrechar lazos con un Reino cuyo mensaje es Jesús.
En el nº 2.927 de Vida Nueva
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