FERNANDO SEBASTIÁN | Cardenal arzobispo emérito
Este año votaremos varias veces. Tenemos delante una situación complicada. Vale la pena pensar en ella con tiempo por delante. Hay que votar con libertad y responsabilidad. Para ello, debemos conocer lo que propone cada partido.
Para un cristiano, y para cualquier persona honesta, rige un principio fundamental: se debe votar a quienes creamos que van a trabajar mejor por el bien de la sociedad. Y conviene tener en cuenta el bien general e integral, el bien de todos, con especial atención a los más necesitados, en los aspectos materiales y también en los valores morales de la vida y de la convivencia.
En nuestro caso debemos pensar en el remedio del paro, en la represión de la corrupción, la libertad de expresión, la justa distribución de los bienes materiales, la seguridad de los servicios sociales más importantes, como la enseñanza y la sanidad. Y debemos pensar también en las instituciones y valores que nos ayudan a vivir mejor, como la familia, la libertad religiosa, la libertad de expresión y la igualdad de todos ante la ley.
En estos momentos, por desgracia, es muy importante tener en cuenta la posible contribución a la paz mundial y a la lucha decidida contra el terrorismo nacional e internacional. Por último, tendremos que atender también a las políticas de ayuda a los extranjeros, estén cerca o lejos, en concreto, el tratamiento de los inmigrantes y las ayudas al tercer mundo.
De estas consideraciones tiene que nacer nuestra decisión con madurez y responsabilidad. Sin dejarnos llevar por las emociones repentinas ni confiar en la palabrería electoralista. Hay que valorar con libertad y serenidad los hechos y la experiencia. Y votar a quien más se acerque a nuestros deseos, aunque se nos quede corto en algunas cosas. La tranquilidad y el provecho de los próximos años depende de nosotros.
En el nº 2.930 de Vida Nueva
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