ANTONIO SPADARO | Director de La Civiltà Cattolica
El 19 de agosto de 2013 entré por primera vez en la habitación del papa Francisco en la Casa Santa Marta. Habíamos fijado ese día para la entrevista que luego aparecería publicada en La Civiltà Cattolica y en otras revistas de los jesuitas en todo el mundo. Aquel primer encuentro me dejó una impresión de acogida fluida y de un diálogo que no admitía una relación rígida entre el entrevistador y el entrevistado. Aunque tenía un esquema, desde el principio no fui capaz de seguirlo. La pregunta inicial, de hecho, no la tenía escrita. Le pregunté: “¿Quién es Jorge Mario Bergoglio?”.
Antes de que abriera la boca, en mi mente estaban presentes dos respuestas: “Francisco es un jesuita” y “Francisco es un Papa latinoamericano”. Recuerdo que me miró en silencio. Pensaba que había dado un paso en falso. “No sé cuál puede ser la respuesta exacta… Yo soy un pecador. Esta es la definición más exacta. Y no se trata de un modo de hablar o un género literario. Soy un pecador”.
Él se percibía como un pecador salvado, pero hablando conmigo, jesuita como él, había querido definirse a la luz de su espiritualidad y de su elección de vida como jesuita.
En 1974, el padre Jorge Bergoglio participó en la XXXII Congregación General de la Compañía de Jesús. El primer decreto emanado de aquel encuentro se inicia con la pregunta: “¿Qué significa ser jesuita?”. La respuesta fue: “Reconocerse pecador, pero llamado por Dios a ser un compañero de Jesucristo, como lo fue Ignacio”. Aquel día, el papa Francisco me habló de sí mismo a la luz de un carisma que toca profundamente su identidad.
¿Y la raíz latinoamericana? Su pontificado de verdad viene “del fin del mundo” y vive de equilibrios geopolíticos peculiares. Su propia visión está ligada a la experiencia de pastor en Buenos Aires y a las dinámicas ricas y complejas vividas por el Episcopado latinoamericano en el encuentro de Aparecida de 2007.
No obstante, sería un error interpretar la llegada de Francisco al pontificado como una extrema simplificación de las complejas y gigantescas problemáticas intelectuales romanas y europeas a favor de una postura pastoral de “caridad” y “misericordia” vividas en una parte de América Latina. El debate cultural en Argentina ha estado profundamente marcado por temas que se iniciaron en Europa. La cultura teológica, especialmente la del ámbito jesuítico, vivió un puente privilegiado con la Mitteleuropa.
- Las raíces del Papa (I), por Antonio Spadaro
En el nº 2.931 de Vida Nueva.