Primer Encuentro Latinoamericano de Obispos Eméritos

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Hacia una evangelización que cuente con todos y con todas las edades

Entre el 23 y el 27 de marzo se llevó a cabo en la sede de la Conferencia Episcopal de Colombia el Primer Encuentro Latinoamericano de Obispos Eméritos. La actividad fue organizada por el Departamento de Comunión Eclesial y Diálogo del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM). Participaron 29 prelados, provenientes de 14 países, quienes vivieron jornadas de oración, reflexión y trabajo en grupo.

Mons. Ovidio Pérez Morales, Arzobispo emérito de Los Teques y Expresidente de la Conferencia Episcopal Venezolana, invitó a pensar acerca del ser y quehacer del obispo emérito; sobre su espiritualidad peculiar y su formación permanente. La Dra. Elisa Dulcey, sicóloga, especialista en envejecimiento y vejez, compartió aportes de sus investigaciones en el campo de la Psicología del Adulto Mayor. Por su parte, el Dr. Jorge Fernando Paz, habló sobre Medicina en la Geriatría.

Promotores de la comunión

El emeritazgo es una realidad relativamente joven en la Iglesia Católica. Surgió en el Concilio Vaticano II, cuando se pidió que a los 75 años los obispos dieran paso a una nueva administración apostólica en sus diócesis. Con el tiempo, se han ido produciendo nuevas orientaciones sobre esta realidad eclesial. Por ejemplo, en un documento de la Congregación para los Obispos se enfatiza que la condición de emérito no significa que el prelado pase a ser un “jubilado o retirado, conforme al entendimiento común”. La jubilación implica la ruptura de todo vínculo jurídico entre la persona y el oficio desempeñado hasta aquel momento. No es el caso del emeritazgo. Si bien cesa el obispo en sus responsabilidades administrativas, se esperan de él aportes desde lo constitutivo de su perfil como obispo: enseñar, santificar y regir (ya no como sujeto directo de gobierno, pero sí en comunión, desde el compromiso de seguir edificando Iglesia).

En 2012, el anuario de prelados señalaba que de 5.133 obispos 1.547 eran obispos eméritos. Esto evidencia cómo las transformaciones sociales se ven reflejadas en el colegio episcopal. Es un hecho que la proporción de ancianos y ancianas en el conjunto de la población mundial seguirá creciendo.  Así como nuestras sociedades deben prepararse para ser un ámbito de acogida en favor de todas las personas y de todas las edades, la Iglesia debe consolidar su comunión, para que no haya marginación hacia los mayores en el Pueblo de Dios.

De los 20 cardenales nombrados este año por el papa Francisco, cinco son eméritos. Un mensaje directo acerca de la importancia que el obispo de Roma quiere que todo el Pueblo de Dios reconozca en sus ancianos. Hay más. Mons. Carlos Malfa, obispo de Chascomús (Argentina) y Secretario General del Departamento de Comunión Eclesial y Diálogo del CELAM, destaca “el ejemplo luminoso de Benedicto XVI”, a quien la Iglesia le debe una nueva etapa de evangelización, animada por Francisco.

Así como el actual obispo de Roma no deja de considerar la importante figura del obispo emérito de su misma jurisdicción, la Iglesia toda no debe ignorar las posibilidades pastorales de todo obispo emérito. Es el mensaje que Mons. Pérez reiteró durante el encuentro. Siendo propositiva y positiva la “tónica” de la actividad, la situación del emérito no debe entenderse como una situación “en retirada, marginación y pasividad”: “las fuerzas físicas y otros elementos de la corporeidad pueden tener declive, pero el aspecto espiritual profundo de la persona debe crecer; la creatividad nunca debe cesar; hay una fantasía que nunca se debe dormir, hay unos horizontes que tienen que siempre explorarse”. 

Entre las peticiones que los asistentes hicieron al CELAM está servir de puente para promover que los eméritos formen parte de las conferencias episcopales; para que se les tenga en cuenta, incluso, para asumir algunas responsabilidades; para que se creen organismos que velen por ellos; para que se organicen encuentros a nivel de las iglesia nacionales; y para que continúen reuniones internacionales como esta, una reunión sin precedentes, que abre nuevas posibilidades para hacer posible en la Iglesia una espiritualidad de la comunión allí donde el mundo promueve una cultura del descarte.

Miguel Estupiñán

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