JOSÉ LORENZO | Redactor jefe de Vida Nueva
Un año después de su reelección al frente de la Conferencia Episcopal Española (CEE), no han desparecido los problemas que aquejan a la Iglesia en España. Ricardo Blázquez, ciertamente, no ha sido capaz de invertir los signos de crisis que acechan a la Vida Consagrada o a los sacerdotes; tampoco ha revitalizado la pasión misionera de los creyentes o despejado el clima de desconfianza social que se cierne sobre la jerarquía. Ni siquiera ha conseguido que los políticos católicos sean los más creyentes.
Pero aún así, en este primer año de esta segunda temporada, ha conseguido que, a decir de la gente que trabaja en la sede de la CEE, en la calle Añastro, el día a día se haya convertido en algo “alentador, positivo y esperanzador”. Tal cual.
Algo de esto se pudo vivir en la inauguración de la Asamblea de primavera de los obispos. En un lugar como ese no deja de ser llamativo que se subraye “el ambiente fraterno” vivido entre pastores, salvo que se quiere constatar una dolorosa carencia. Hubo abrazos, sonrisas, bromas y complicidades. Se buscaron unos a otros y se tropezaron en medio con periodistas, a los que ya no se esquiva por miedo a que se produzcan peligrosas asociaciones difíciles de justificar. Al contrario; ahora, se dice, se les quiere informar “generosamente”.
Primavera, pues, en el hemiciclo episcopal, solo ligeramente disturbada por ligeras sombras que, a su paso, dejaban un rastro de silencio pesado, denso, incómodo. Resonaba en los pasillos, entre los retratos de Tarancón, Quiroga o Morcillo, también el eco de otras estancias. “Lo del piso ha sentado muy mal a los obispos”. No hacían falta datos ni nombres. Escrache intelectual, como pedían grupos cristianos de base, entre los obispos ante una opción muy personal que compromete colegiadamente. Es esa colegialidad a la fuerza la que se quieren sacudir ahora. No pocos escuchan el discurso del presidente con la atención del que todo lo tiene que hacer de nuevo. Y están dispuesto a aprender.
Acogen entre ellos a los que llegan estrenado dignidad episcopal y se quieren sentir retratados en el dibujo que el presidente –que mira a la Iglesia que propició la Transición política y eclesial– hace de esta Conferencia Episcopal: una, del Evangelio, de la Iglesia y de la humanidad.
En el nº 2.938 de Vida Nueva
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