JOSÉ LUIS SEGOVIA BERNABÉ, director del Instituto Superior de Pastoral de la UPSA
Ante todo, hay que celebrar en buena hora este pronunciamiento de los obispos españoles. Aunque, ciertamente, podría haber madrugado más, Iglesia, servidora de los pobres colma un vacío que en nada beneficiaba la credibilidad de la Iglesia en España.
En una primera lectura rápida, señalo algunas fortalezas que considero significativas:
- Recupera la metodología inductiva, devolviendo la palabra a la realidad, porque la Palabra de Dios no se agota en la Escritura y se vuelca en el libro de la historia.
- Aborda aspectos hasta ahora no tratados (la corrupción) o considerados de manera muy tangencial (crítica al dogma economicista del crecimiento como clave del desarrollo).
- Se ponen en valor los principios de la Doctrina Social de la Iglesia y se integra la ética de la defensa de la vida con la defensa de la calidad de esa vida en forma de derechos económicos y sociales de carácter universal (“ciudadanía mundial”).
- Destaca los aspectos antropológicos, éticos, espirituales y culturales de una crisis que es mucho más que económica, concluyendo que “es el modelo mismo el que corresponde revisar” desde un nuevo pacto que ponga en juego mercado regulado, Estado social que asuma la subsidiariedad y las llamadas “organizaciones intermedias”.
- Señala la importancia de la redistribución y el papel de los impuestos. Ambos correlacionan con la justicia social ante las “crecientes desigualdades sociales y económicas”, cuya lucha compete en buena medida al Estado social del bienestar.
Como a toda obra humana, se le pueden poner “peros”: que si el lenguaje es demasiado genérico; que si tiene sobreabundancia de citas explícitas e implícitas; que si los párrafos con más mordiente son los de los papas; que si el juicio sobre los políticos es demasiado benevolente y sobre el capitalismo financiero se podría haber hablado más; que si las referencias podían haber sido más concretas (por ejemplo, denuncia de los desahucios por bancos rescatados o la emergencia del precariado); que si las propuestas son poco concretas y sin traducciones intraeclesiales; que si a veces parece que se habla desde una visión de la crisis coyuntural y otras estructural…
Pero hay que entender que el documento reclamaba el consenso de la mayoría del Episcopado y que ve la luz en un delicado momento electoral.
Por eso, nos quedamos con una calurosa bienvenida al mismo y concluyo con las palabras de cierre dirigidas a los más débiles: “No estáis solos, estamos con vosotros; juntos en el dolor y en la esperanza…, hermanos de Jesucristo, debemos edificar la casa común en la que todos podamos vivir en dichosa fraternidad”. A todos nos corresponde ahora que no quede en palabras este importante llamado de nuestros pastores.
En el nº 2.939 de Vida Nueva
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