JOSÉ BELTRÁN | Director editorial de Vida Nueva
SÁBADO 23. No hay nada peor que un sacerdote que desde el ambón avisa al comienzo de su homilía que no busca regañar al personal. Menos mal. Es como aquellos que aprovechan la “corrección fraterna” para hundir en la miseria al prójimo. Función de estreno y cierre para gran parte del aforo: es una primera comunión. Primera y última vez que pisaran una iglesia en mucho tiempo y se llevan un rapapolvo de regalo. Me da que no ha llegado al capítulo de las homilías de la Evangelii gaudium.
DOMINGO 24. Me cuentan que en un pueblo gaditano un cura invitó a levantarse a la candidata de un partido para presentarla como la candidata de la parroquia. No fue en la jornada electoral, sino unos días antes, pero antes de meter mi papeleta en el sobre pienso en cómo se les quedaría el cuerpo a los parroquianos al saber que les habían marcado a “su” candidata. Así no se gana un voto en Eurovisión y sí se pierde algo de fe camino de las urnas.
LUNES 25. Procesión de Nuestra Señora de los Ángeles por las calles de Getafe. Llevo a Edurne a hombros. De lo contrario, no vería más que una marea de mantillas y peinetas. Llueven pétalos. Y ella, con la misma frescura con la que se sube a un escenario para bailar levantando dos palmos del suelo, le lanza un beso a la imagen de María. El valor de lo sencillo.
MARTES 26. Paseo por la escuela de alta cocina Le Cordon Bleu, en la Francisco de Vitoria. Artesanía y minuciosidad en un macaron. Horas para un dulce. Perfume derramado, quizá. Y yo, de microondas. Con la sensación de quedarme cocinado por fuera y crudo por dentro. En dos minutos no se cuece la vida.
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En el nº 2.943 de Vida Nueva.