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José Lorenzo, redactor jefe de Vida NuevaJOSÉ LORENZO | Redactor jefe de Vida Nueva

Años clamando para que los obispos no se metieran en política y, para una vez que se ponen de perfil en muchos años en unas elecciones tan significativas como las que acabamos de vivir, les arrean a cuenta de unas monjas respondonas por querer meterlas de nuevo al convento, versión no literal de análisis no contrastados de algunos comentaristas.

Era muy llamativo que no hubiera ningún pronunciamiento episcopal al que sacar punta y lanzarlo como una injerencia en el proceso electoral. Años de clara identificación ideológica con el PP, pariendo con fórceps documentos cuya excesiva teorización no conseguía borrar la intencionalidad subyacente, hacían prever alguna recaída en la tentación.

Un respingo de última hora, el día de las votaciones, cuando algún medio, emulando la coreografía de Edurne en Eurovisión, rescata una capa púrpura de infausta memoria. Falsa alarma. Los obispos pasan de incógnito. ¿Pura irrelevancia? Porque sí han hablado claro. Semanas antes, una instrucción pastoral con variada tornillería a la que desde el Gobierno no se quiso contestar públicamente. Otra cosa es descolgar un teléfono y protestar por los manifiestos que van firmando por ahí los otros religiosos a los que también les gustaría volver a encerrar en un convento, los de CONFER, por condenar las devoluciones en caliente del católico ministro del Interior. Pero las llamadas ya no tienen los mismos efectos. Hay desamor y despecho en Añastro.

Pero hubo más: en plena campaña electoral, mensaje del Corpus. En él, sin tapujos, recitan una letanía de injusticias ante las que “no podemos ser indiferentes”. Así como quien no quiere la cosa. Sin estridencias. Una opción que recupera la denuncia profética de aquellos obispos a los que se la habían lacrado en un cajón de la Conferencia Episcopal.

Ni siquiera han abierto la boca para pronunciarse sobre el tema de estas monjas. No, no les gustan esas maneras, pero piden prudencia y pasan palabra a sus superioras y, si no, que hable Roma. Uno no sabe si es descentralización vía que cada palo aguante su vela o que están desintoxicándose de tantos años de sobrexposición al poder y se miran al espejo romano, pero casi consiguen pasar desapercibidos en estas elecciones. Lo que, por fin, sería un signo de normalidad.

En el nº 2.943 de Vida Nueva

 

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