La epidemia de la desigualdad

La epidemia de la desigualdad

 Silvina Pérez. Periodista de ‘L’Osservatore Romano’SILVINA PÉREZ | Periodista de ‘L’Osservatore Romano’

Sthephanie es originaria del Congo, Lorenza es italiana, Carolyn es filipina. Son solo tres de los 1.250 millones de mujeres en el mundo que sufren agresiones de su pareja o ataques sexuales de terceros. En pocas palabras, quiere decir que una de cada tres personas de sexo femenino, o si prefiere, uno de cada seis habitantes del planeta, ha sido víctima de violencia.

Es una epidemia de la que no se salva nadie. Muchas mujeres y familias en todos los rincones del planeta saben qué significa esta plaga, que es una de las más graves violaciones de derechos humanos y la expresión extrema de la desigualdad: 133 millones han sufrido algún tipo de mutilación genital en 29 países de África y de Asia. Las cifras nos cuentan que la mitad de las mujeres europeas han experimentado acoso sexual en el trabajo.

Los asesinatos de mujeres a manos de sus parejas o exparejas solo son la punta del iceberg de la violencia de género, puesto que esta también se manifiesta a través del maltrato físico (desde una bofetada a una paliza) o psíquico (desde un “¡calla!” a la humillación constante). La mitad de las asesinadas en el mundo en 2012 lo fueron a manos de sus maridos, de tal manera que su casa resultó ser el lugar más inseguro. Hay 603 millones de mujeres que viven en países donde incluso la violencia contra ellas ni siquiera es un delito.

¿Qué es lo que funciona y lo que no? Sucede que la discriminación por motivos de género es parte de la “experiencia cotidiana” de todas las mujeres. Se suele valorar más a los niños varones que a las niñas, y ellos tienen más probabilidades de recibir educación y atención sanitaria. Las mujeres tienen responsabilidades mucho mayores que los hombres en el trabajo doméstico, la administración del hogar y el cuidado de los niños, pero este trabajo ni se reconoce ni se recompensa. Y en la fuerza laboral, las mujeres reciben remuneraciones inferiores a las de los hombres y cuentan con menos oportunidades de empleo y una menor seguridad.

Las mujeres sufren desproporcionalmente por las crisis económicas, por el cambio climático, por la pobreza y por la violencia que está presente en todos los ámbitos de sus vidas. Más de 1.200 millones de personas en el mundo aún viven en la pobreza extrema, y las mujeres siguen teniendo más probabilidades que los hombres de estar en ese grupo.

Estas son algunas de las reflexiones sobre la violencia contra las mujeres, compartidas durante la primera jornada del Seminario en la Casina de Pío IV, en la Ciudad del Vaticano. Se habla, se discute y se averigua si hay más o menos violencia que “antes” o si se trata de una mayor difusión del tema. Se habla de las víctimas y de la prevención, se reconoce que “algo se ha avanzado”; se habla de todo, pero mucho menos de los varones violentos que ejercen poder.

En el nº 2.944 de Vida Nueva

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