En ‘El revés de la trama’, una novela de Salvador Garmendia (Salto de página). La recensión es de Javier Morales
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Título: Los peligros de Paulina
Autor: Salvador Garmendia
Editoriales: Salto de página
Ciudad: MAdrid, 2014
Páginas: 352
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JAVIER MORALES | Los grandes nombres del boom de la literatura latinoamericana han ocultado durante años a otros autores, en ocasiones no menos importantes, pero cuya obra no ha trascendido de la misma manera. Es el caso del venezolano Salvador Garmendia, uno de los escritores clave de la literatura latinoamericana del siglo XX y del que apenas se han tenido noticias hasta ahora en España.
Escritor comprometido, novelista, dramaturgo, periodista, ensayista y guionista, Garmendia (1928-2001) fue un todoterreno. De su obra, sin embargo, destaca su trabajo como cuentista. Lo explica la escritora Viviana Paletta en la introducción a Los peligros de Paulina, una antología de sus mejores relatos que con gran acierto (y riesgo) publica ahora la editorial Salto de Página.
Nacido en Barquisimeto, en una familia numerosa, modesta, Garmendia tiene que ganarse la vida muy pronto con lo que mejor se le da, escribir, una carrera que desarrollará en su mayor parte en Caracas. Hijo de su tiempo, pasa por distintas etapas en su faceta como novelista, desde las vanguardias al realismo social. Un exceso de teoría, según reconoce el autor en el autorretrato que cierra el libro, que pudo lastrar su creatividad.
“Algunos de nosotros, poetas y narradores, aprendimos el catecismo antes de conocer a Dios”. Un exceso de teoría que no encuentra en el cuento, género en el que se siente más libre. “Novelas o no, yo las amo de todas maneras, pero hace tiempo que he roto con ellas”, escribe. No ocurre así con los cuentos. El señor duro, una de sus primeras narraciones breves, “pudo haber sido escrita esta mañana, mientras mis novelas se ponen amarillas como parientes viejos”.
Los personajes que pueblan los relatos de Garmendia son seres excéntricos, como la Paulina que da título al libro, y se mueven entre la realidad y el sueño, pero, como ya nos advirtió Shakespeare, estamos hechos de la misma materia que los sueños.
En el nº 2.944 de Vida Nueva.