EL LIBRO DEL MES: 'Diccionario de Thomas Merton'

Una obra de William H. Shannon, Christine M. Bochen y Patrick F. O’Connell, editada por Mensajero

EL LIBRO DEL MES: 'Diccionario de Thomas Merton' (Mensajero)

DOLORES ALEIXANDRE, RSCJ | Al tener noticia de la publicación de un diccionario dedicado a Thomas Merton en el centenario de su muerte, es inevitable preguntarse cómo un monje cisterciense que solo tenía 53 años cuando murió, se había pasado la mitad de su vida en la estricta clausura de una abadía de la América profunda y tecleaba sobre una vieja máquina de escribir, sigue ejerciendo tan extraordinaria influencia en hombres y mujeres de todo el mundo. Son muchos los lectores, estudiosos, profesores o investigadores que desean abrirse paso entre sus libros, sus inquietudes y su vida, y este Diccionario permite ese acceso de manera organizada.

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Los directores de la edición española –con el cisterciense Francisco R. de Pascual a la cabeza– han adaptado y actualizado la edición en lengua inglesa, añadiendo varias entradas nuevas, una información bibliográfica completa y ampliando el índice de nombres y el analítico.

A Merton le interesaron una infinidad de temas, desde las cuestiones de la vida espiritual a grandes causas globales: la espiritualidad sobre la que escribía brotaba de la compasión y, por eso, se implicó apasionadamente en los esfuerzos en favor de la justicia, la paz y el diálogo interreligioso. Escribió sobre todo eso y sobre otros muchos asuntos y mantuvo correspondencia con personas significativas de su tiempo: creyentes y no creyentes, hinduistas, judíos, musulmanes o budistas.

Las 400 entradas del Diccionario dan cuenta de ese ingente material y permiten conocer mejor a este hombre que es hoy para muchos una figura de sabiduría, un pacificador, un profeta, un maestro espiritual.

Con la cuidadísima edición de esta obra entre las manos, aporto mis impresiones personales:

Me gusta que la portada no sea “tópica”: su foto aparece solo en el lomo y se da más relieve a sus contextos vitales: la capilla de la Abadía de Getsemaní y sus campos, la ermita en la que vivía, un grupo de amigos con los que conversa al aire libre.
A pesar de saber lo polifacético que era Merton, vuelve a sorprenderme lo aparentemente contradictorio de los temas que abordan las entradas: desierto y jazz, catafatismo y mujeres, contemplación y comunismo, vacío y dibujos, ermita y guerra, pureza de corazón y racismo, sufismo y marxismo, bomba atómica y zen, ecología y Santísima Trinidad…
Me alegra encontrar nombres de gente a la que admiro y con las que él mantuvo correspondencia: Louis Massignon, Abraham Heschel, Jacques Maritain, Ernesto Cardenal, Eric Fromm o Evelyn Waugh.
Descubro aficiones de Merton que desconocía: la fotografía, el jazz, el dibujo caligráfico… Considero un acierto que los dibujos que acompañan a las letras de inicio de cada portada sean suyos y también gran parte de las fotografías que se incluyen.
Indago con cierto morbo sobre la joven enfermera de la que estuvo enamorado y que nombra siempre como M. (siempre me he preguntado cuál sería su versión personal del asunto y de su final). Busco con curiosidad el rostro de Dom James Fox, el abad con quien mantuvo una relación a veces tormentosa.
Entro y salgo libremente por algunas entradas que me interesan especialmente y, en casi todo lo que leo, encuentro perspectivas que me iluminan y aspectos que desconocía.
Me alegra saber que el Diccionario es fruto de un ejercicio tenaz de amistad, confianza y colaboración desinteresada de muchas personas, desde los traductores a los directores y colaboradores.
Y, finalmente, reconozco muchos puntos de coincidencia con lo que afirma uno de los hermanos de la comunidad de Getsemaní: “Merton comprende lo que quiero ser, o lo que me gustaría ser, o lo que estoy tratando de ser, o lo que he estado pasando, o lo que estoy soportando”.